GUERRA EN UCRANIA: DE LA ACUMULACIÓN SISTÉMICA DE TENSIONES A UNA REDEFINICIÓN DEL SISTEMA INTERNACIONAL

“La ciudad era prospera y el poder que ejercía sobre el norte de África todavía era considerable, incluso aunque se hubiera perdido algún territorio en favor de Numidia. Según la tradición bélica púnica, no se esperaba que un Estado derrotado, especialmente sin haber sido conquistado, ni absorbido, permaneciese para siempre sometido al vencedor. Solamente los romanos pensaban de esa forma, cuando un antiguo enemigo y además alguien que había puesto a Roma al borde de la derrota final, se había vuelto una vez más, fuerte e independiente, se convertía de manera inmediata en una amenaza. Estas fueron las raíces del temor creciente de los romanos hacia Cartago”

Adrian Goldsworthy – Las Guerras Púnicas (2002)

 

El 24 de febrero de 2022, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, ordenó a sus militares realizar una “Operación militar especial” contra Ucrania, poniendo así fin a años de crecientes tensiones y meses de infructuosas negociaciones con Occidente. En respuesta, el Presidente de EEUU, Joe Biden y sus aliados, impusieron sanciones económicas sin precedentes a los rusos, procediendo a enviar gigantescos volúmenes de ayuda militar y económica al gobierno ucraniano. Se busca castigar a Putin, debilitar a Rusia, ayudar a los ucranianos a enfrentar la agresión y derrotar a los atacantes en el campo de batalla. Desde el inicio de las hostilidades, la guerra continúa su devastador curso en el oriente ucraniano, generando funestos efectos colaterales en el sistema internacional, que se han visto en una creciente inflación, el riesgo de una recesión en la economía estadounidense, el aumento de la amenaza de un intercambio nuclear en Europa, la sombría amenaza de una hambruna en países menos desarrollados y una crisis en el acceso a recursos energéticos estratégicos. Por ello, el presente texto busca aproximarse, desde una perspectiva sistémica, a la comprensión de los principales elementos que llevaron a la guerra y a la necesidad de reflexionar sobre el presente y futuro del sistema internacional.

Introducción

Amin Maalouf, en su libro “El naufragio de las civilizaciones” del año 2019, evoca que, ante la inesperada implosión de la Unión Soviética en 1991, los estadounidenses podían elegir entre dos opciones. Por un lado, “acompañaban la evolución que había puesto en marcha Gorbachov, sosteniéndola económica y políticamente para facilitar la ardua y valiente transición que estaba realizando o por otro, se aprovechaban de la manifiesta debilidad de la superpotencia enemiga para hacer que mordiera el polvo definitivamente (Maalouf, 2019. Pág. 229)”. Maalouf menciona que ante esta disyuntiva de la política exterior norteamericana, el segundo curso de acción fue por el que se optó, “no hicieron nada para salvar a Gorbachov, dejaron que la Unión Soviética se disolviera y luego procedieron a desmembrarla, integrando varias de sus antiguas repúblicas a la OTAN, pese a las vehementes protestas de Moscú (Maalouf, 2019. Pág. 230)”, mientras que sobre el espacio ex soviético, avanzó la Unión Europea. Maalouf, acertadamente, recuerda que en Washington se alzaron algunas voces indicando que ese era un camino equivocado, en especial, a largo plazo.

De ellas, la del diplomático estadounidense George F. Kennan (1904-2005), célebre por ser uno de los principales arquitectos de la estrategia de contención que permitió la victoria sobre la Unión Soviética y por su artículo de 1947 “Las fuentes del comportamiento soviético”, fue la más notable. Kennan, “dijo a sus compatriotas y a los responsables de la política exterior de los Estados Unidos que lo consultaron, que no se debía olvidar por lo que habían peleado [La Guerra Fría 1947-1991], querían que triunfase la democracia sobre la dictadura y lo habían logrado, recordando también que se debían sacar oportunas conclusiones, ya que no debían seguir tratando a los enemigos de ayer como si fueran a seguir siendo enemigos para siempre (Maalouf, 2019. Pág. 231)”. Estas reflexiones de Kennan fueron de un valor inestimable ya que este brillante funcionario, “sabía diferenciar entre el comprensible temor, recelo y aborrecimiento que causaba la militancia ideológica del sistema soviético y el pueblo ruso, su cultura y su literatura (Maalouf, 2019. Pág. 231)”, a los que amaba profundamente.   

En las páginas de “El naufragio de las civilizaciones”, Maalouf rememora como Kennan repitió muchas veces que “humillar a los rusos iba a favorecer el auge de corrientes nacionalistas y militaristas, así como a entorpecer el avance hacia la democracia, pero sus palabras fueron ignoradas, ya que el curso de acción que prevaleció fue el de aprovechar la ventaja sin titubear, sin dejarse ablandar por escrúpulos éticos o lucubraciones intelectuales (Maalouf, 2019. Pág. 231). De allí que, “cuando el Presidente Clinton le preguntó a uno de sus consejeros, en 1997, sí debían escuchar las advertencias de Kennan, la respuesta que recibió fue que el anciano diplomático se equivocaba y que los rusos acabarían por aceptar cuanto les impusieran, porque no tenían otra opción (Maalouf, 2019. Pág. 231)”. Este consejo y la decisión de haberlo seguido por parte de las diferentes administraciones estadounidenses, así como bajo la desconcertante pasividad e indiferencia de la Unión Europea, fue un error estratégico fatal, cuyas consecuencias se padecen con ira, odio, rencor, miedo, desconcierto e indignación en la actualidad, a medida que la guerra se recrudece.

Maalouf planteó que “con la perspectiva del paso del tiempo se ve claramente que los Estados Unidos no supieron aprobar el difícil examen que les había puesto la historia, durante las tres décadas posteriores a su triunfo y su entronización, fueron incapaces de fijar un nuevo orden internacional, incapaces de asentar su legitimidad como potencia paternal  e incapaces de preservar su credibilidad ética… sus adversarios de ayer han vuelto a ser sus adversaros y sus aliados de ayer, no se sienten ya realmente aliados suyos  (Maalouf, 2019. Pág. 231)”. Por ello, el presente análisis busca realizar una aproximación sistémica a la guerra que se libra en Ucrania entre Estados Unidos/UE[1] y Rusia, con el fin de acercarse a este conflicto de una manera más estratégica[2], alejándose de la coyuntura para así visibilizar algunos de los principales hechos e interconexiones que se fueron acumulando en el sistema internacional a lo largo de los últimos 25 años y que finalmente llevaron a la guerra.

Inicialmente se dedicarán unos párrafos para realizar una breve aproximación al pensamiento sistémico[3], una ardua forma de pensar, que puede ser una herramienta utilidad para entender no solo un sistema como el internacional, sino escenarios complejos, como la guerra, situaciones en las que confluyen muchos actores, hechos, intereses, variables y percepciones que están densamente interconectadas entre sí de formas no lineales y que se afectan de muchas maneras, no pocas veces de formas fantásticamente insospechadas o contraintuitivas. Presentados los principales aspectos de la sistémica, se procederá a realizar un recorrido por los argumentos esgrimidos por Rusia para lanzar sus fuerzas militares contra Ucrania, con el fin de aproximarse y comprender mejor aquellas acciones que a lo largo de las últimas décadas, fueron acentuando las desconfianzas rusas frente a los objetivos, intereses e intenciones de los norteamericanos, hasta llegar a un punto de saturación sistémica en 2022, momento en el que Rusia se convenció de que ya no había espacio para la negociación, optando así por marchar a la guerra. Acto seguido se abordarán algunos de los principales argumentos esgrimidos por EEUU-UE frente a la situación de Ucrania y lo que han sido sus objetivos e intereses en las últimas dos décadas. Finalmente, se harán algunas reflexiones sobre el sistema internacional y el impacto de esta guerra en el mismo.

Robert Greene, en sus “Treinta y tres estrategias de la guerra” mencionó acertadamente que “en la guerra es natural concentrarse en el aspecto físico del conflicto: Divisiones, equipo, material; aún un estratega instruido tenderá a considerar primero el ejército, potencia de fuego, movilidad y reservas del enemigo. La guerra es un asunto visceral, emocional, una arena de peligro físico y supone gran esfuerzo elevarse sobre este nivel y plantear preguntas distintas ¿Qué hace moverse al ejército enemigo? ¿Qué le da su ímpetu y resistencia? ¿Quién guía sus acciones? ¿Cuál es la fuente última de su fuerza? La mayoría de la gente tiene el problema de ver la guerra como una actividad aparte, sin relación con otros reinos de la vida humana (Greene. 2007. Pág. 245)”. Esta valiosa reflexión, que encierra un poderoso sentido sistémico, nos recuerda que “la guerra no es un reino aparte, divorciado del resto de la sociedad, es un campo eminentemente humano, colmado de lo mejor y lo peor de nuestra naturaleza, la guerra también refleja tendencias sociales… lo que confirma la íntima conexión entre lo militar y lo social (Greene. 2007. Pág. 25)”. Es por esto que la sistémica se puede constituir en una invaluable herramienta para empezar a comprender la guerra como un “Sistema Social[4] Complejo[5]” que siempre ha tenido un gran impacto sobre el funcionamiento del sistema internacional y que hoy vuelve a hacer su decisiva aparición.

Marco conceptual

Es importante empezar por señalar que escribir en este momento sobre la guerra que se lucha en Ucrania es un ejercicio que no está exento de incertidumbres y limitaciones. En primer lugar, es fundamental mencionar que al ser una guerra que aún es librada por diversos actores estatales y no estatales, con objetivos e intereses de gran complejidad, la consecución objetiva, confiable e imparcial de información acerca de la misma es una tarea ardua. La pérdida de objetividad y los sesgos de los medios de comunicación norteamericanos, europeos y ucranianos, solo son comparables con las acciones que realizan en el mismo sentido y de la misma forma, los medios rusos y ucranianos del Donbáss o Lugansk. La verdad de lo qué está ocurriendo en los campos de batalla, cómo está ocurriendo y porqué está ocurriendo, estará fuera de nuestro alcance por algunos años, ya que se carece del acceso a las fuentes primarias de alto nivel involucradas en la planificación y/o conducción de la guerra, así como de fuentes objetivas e imparciales.

Por ello es necesario llamar la atención sobre el hecho de que los gobiernos, sus fuerzas militares, los servicios de inteligencia, los medios de comunicación y la opinión pública de los bandos enfrentados, de manera accidental o planificada, tienden a verse dominados por errores o sesgos analíticos tales como los “eventos seductores o engañosos, situaciones que pueden ser espectaculares, tales como accidentes, asesinatos, grandes victorias o terribles tragedias, que son utilizadas para enganchar nuestras emociones” (Gimian y Boyce. 2008. Pág. 106). Bajo este sesgo analítico tiende a perderse el contexto histórico de los acontecimientos, los patrones de comportamiento e intereses de los actores y la estructura dentro de la cual interactúan, con lo que se sesga la interpretación de los hechos, centrando la información en la coyuntura, lo “qué” está pasando y no en el “porqué” está pasando. Esta vividez engañosa, que da a los hechos dramáticos más valor que a los análisis rigurosos, que requieren tiempo y esfuerzo, se convierte en la cabeza de playa para el posicionamiento de otras limitaciones analíticas como lo son los sesgos de confirmación, “que se configuran cuando se encuentra lo que se espera encontrar a base de aceptar e ignorar la información de forma selectiva (Gimian y Boyce. 2008. Pág. 107)”.

En guerras como esta, también es común encontrar otras limitaciones analíticas como lo son los errores de representatividad, que “ocurren cuando al analista lo afecta demasiado lo que considera verdadero y no presta atención a nada que se salga de eso, producto de lo cual, lo que se sabe, resulta ser lo que se quiere saber”, (Gimian y Boyce. 2008. Pág. 108) o las falacias lógicas que “toman cuerpo cuando los argumentos/razonamientos que soportan una conclusión a primera vista parecen correctos o verdaderos, pero cuando se analizan las premisas que apoyan la conclusión se evidencia que no lo son, con lo que se observa que la conclusión propuesta no es verdadera (Gimian y Boyce. 2008. Pág. 106)”. Asimismo, es posible encontrar correlaciones espurias, que “se dan cuando parece haber relaciones causales entre variables, pero en realidad no las hay, esta aparente relación puede darse por cualquier casualidad, llevando a que aparentemente una variable causa la otra, aunque no tengan nada que ver, haciendo olvidar que correlación no necesariamente implica causalidad, (Haidt y Lukianoff. 2019. Pág. 350). Al analizar la información pública que se difunde sobre la guerra en Ucrania en este momento, es común encontrar que estos problemas cognitivos, están presentes en los flujos de información públicos sobre lo que ocurre. En un escenario de guerra, donde los servicios de inteligencia y las fuerzas militares de los actores involucrados despliegan su habitual ferocidad, se hace difícil construir una imagen objetiva e imparcial de lo que está sucediendo, de lo que ha venido ocurriendo y del porqué ha ocurrido, los sesgos, la polarización, la propaganda, la desinformación, la información inexacta y la difusión de falsedades, dificulten la comprensión del escenario.

Asimismo, en un mundo donde gracias a la IV Revolución Industrial[6] las tecnologías de las telecomunicaciones han alcanzado un nivel de desarrollo e interconexión tan alto como el actual, es inevitable que proliferen todo tipo de datos provenientes de los actores o lugares más diversos. Es posible encontrar información proveniente de personas que están sobre el terreno como testigos, víctimas o victimarios, así como de expertos, periodistas, universidades, investigadores, tanques de pensamiento, organizaciones no gubernamentales u organizaciones humanitarias, estatales, militares o de inteligencia. Estos masivos flujos hacen que el volumen de datos a manejar sea monumental, amentando las probabilidades de que la información sea sesgada, manipulada o incomprendida y de que las capacidades analíticas se vean desbordadas producto de una rápida saturación cognitiva, “configurándose esta limitación analítica cuando la capacidad de entender o decidir se abruma por el exceso de datos (Gimian y Boyce. 2008. Pág. 109)”, corriéndose también el riesgo de ver reforzados los sesgos, miedos, prejuicios, indignación, obsesiones, compulsiones o respuestas emocionales de analistas, formadores de opinión, tomadores de decisiones o la opinión pública. La saturación cognitiva es un terreno fértil para nuevas fallas analíticas donde las generalizaciones, los argumentos emocionales[7], la dinámica de buenos contra malos[8] o la sobre simplificación de escenarios muy complejos, hacen que una mejor comprensión de la guerra y con ello, mejores decisiones, se aleje. Aquella frase, atribuida en el contexto de la Primea Guerra Mundial (1914-1918) al Senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, en el sentido de que «La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad», nunca ha sido tan pertinente, como ahora.

Dicho lo anterior, se puede mencionar que el marco analítico que se desarrolla en este texto está cimentado en los referentes construidos en torno al pensamiento sistémico[9], una herramienta que puede ayudar a la comprensión de la guerra, sus causas, desarrollo y consecuencias, al ser la guerra en sí misma un “Sistema Social Complejo” que se desarrolla en un marco más amplio como lo es el sistema internacional, objeto de estudio de las relaciones internacionales. En ese sentido, “los sistemas no son una colección cualquiera de cosas, un sistema es un conjunto interconectado de elementos, que está organizado de forma coherente de una manera que le permite lograr algo, estando conformado un sistema por tres tipos de cosas: Elementos, interconexiones y funciones o propósitos (Meadows Donella. 2008. Pág. 11), destacando la autora que los sistemas son más que la suma de sus partes y estando su complejidad dada por la cantidad de elementos e interconexiones que se dan entre ellos. En los sistemas, “los elementos son las partes más fáciles de identificar porque muchos de ellos son visibles, cosas tangibles, no necesariamente tiene que ser cosas físicas, pues hay intangibles que también son elementos del sistema, siendo posible dividir los elementos en subelementos (Meadows Donella. 2008. Pág. 12-13).

Lo fundamental de los elementos en un sistema es que están interconectados, en algunos casos de forma insospechada entre sí, “siendo las interconexiones, las relaciones que mantienen los elementos juntos, siendo siempre más fácil aprender sobre los elementos del sistema que sobre sus interconexiones, operando muchas de la interconexiones del sistema a través de flujos de información, siendo la información un aspecto que mantiene el sistema junto y que juega un rol central al determinar cómo opera (Meadows Donella. 2008. Pág. 12-13)”, siendo importante no olvidar que las interconexiones son difíciles de identificar, es el comportamiento del sistema el que revela la forma en la que se dan. Las funciones (sistemas no humanos) o los propósitos (sistemas humanos) hacen referencia a las razones – motivos que explican la existencia del sistema, “si las interconexiones son difíciles de identificar, las funciones o propósitos lo son aún más, pues no se expresan verbalmente, no están escritas o expresadas de forma explícita, excepto a través del funcionamiento del sistema; la mejor forma de deducir los propósitos del sistema es observar por un tiempo como se comporta, los propósitos se deducen del comportamiento sistémico, no de la retórica o de los objetivos visibles[10] (Meadows Donella. 2008. Pág. 14)”. Cambiar los elementos tiene poco impacto en los sistemas, debido a que las interconexiones y propósitos-funciones, permanecen intactos, pero si las interconexiones cambian, se puede dar un cambio dramático en el sistema, siendo los cambios en las funciones o propósitos una acción que también generará cambios drásticos.

Las interconexiones entre los elementos, toman cuerpo a través de lo que se conoce como “circuitos de retroalimentación (Feedback loop), que son “una cadena cerrada de conexiones causales que desde los stocks[11] y a través de un conjunto de acciones físicas influyen sobre los niveles de estos, creando así un comportamiento consistente en el sistema a lo largo del tiempo, haciendo que el sistema perdure, crezcan, oscile o decline (Meadows Donella. 2008. Pág. 189)”, estando los circuitos conectados a través de patrones fantásticamente complejos, que operan de forma simultánea. Los circuitos de retroalimentación se presentan bajo dos formas, en primer lugar, están los “circuitos de retroalimentación para balance (Balancing feedback loop) que son los mecanismos de estabilización, de regulación y de resistencia al cambio en el sistema (Meadows Donella. 2008. Pág. 189)”. En segundo lugar, están los “circuitos de retroalimentación para refuerzo (Reinforcing feedback loop) que son los mecanismos de amplificación y multiplicación del sistema, que le permiten tener la habilidad de reproducirse y crecer, siendo este crecimiento exponencial y no lineal (Meadows Donella. 2008. Pág. 189)”. Adicionalmente, es medular tener en cuenta que aunque los sistemas se ven fuertemente constreñidos por su entorno, “funcionan muy bien y son sostenibles en el tiempo debido a la autoorganización, la resiliencia y la jerarquía, que pueden definirse de la siguiente manera (Meadows Donella. 2008. Pág. 79-85)”:

La autoorganización es la capacidad del sistema para generar su propia estructura, diversificarla y hacerla cada vez más compleja. Produce heterogeneidad e imprevisibilidad, al generar nuevas estructuras y formas de hacer las cosas, siendo un concepto difícil, se ve mucho en los sistemas vivos y evolutivos, siendo lo opuesto a sistemas determinísticos, pudiéndose originar desde reglas u organizaciones simples.

La resiliencia, aunque tiene muchas definiciones, se puede entender como la capacidad de recuperación, de adaptación, de persistir y sobrevivir del sistema. Se produce debido a la convergencia de muchos circuitos de retroalimentación e interconexiones que trabajan de diferentes maneras para restaurar o reconstruir el sistema frente a cualquier perturbación. La resiliencia crea, aprende, diseña, evoluciona y es dinámica, siendo muy difícil de identificar, al tiempo que es un atributo que se puede perder de forma sorpresiva.

La jerarquía, es resultado del proceso de la creación de nuevas estructuras y la autoorganización, ya que los sistemas se organizan en subsistemas agregados, siendo el arreglo entre sistemas y subsistemas lo que se llama jerarquía. Esta característica le da al sistema estabilidad y resiliencia, al tiempo que reduce la cantidad de información que cada parte del sistema debe mantener. Los sistemas – subsistemas evolucionan de abajo hacia arriba, están todos conectados entre sí pero no con la misma fuerza, desarrollando con el tiempo los sistemas nuevos grados de jerarquía e integración. El propósito original de la jerarquía es ayudar a los subsistemas a hacer mejor su trabajo, a alcanzar sus objetivos.

Todo sistema, a partir de sus elementos, interconexiones, funciones/propósitos y las características señaladas[12], se divide en subsistemas y desarrolla mecanismos para mantener su integridad, tiene memoria, está en constante cambio, en adaptación, desarrollando capacidades de autorganización y de autoreparación. Por ello, los sistemas son complejos, resilientes, están listos para responder a eventos, a actuar con fuerza para alcanzar objetivos, a recuperarse de daños, a reorganizarse, a responder a su entorno o contexto, a luchar para perdurar en el tiempo, a resistir, a cambiar, a evolucionar, a diversificarse y complejizarse, son dinámicos y tienen una historia, siendo también estos fenómenos los que le permiten a los sistemas crecer, permanecer en balance, oscilar o morir. En el sistema internacional son identificables diversos elementos ubicados en los ámbitos externo o interno, como los Estados, los movimientos sociales, las organizaciones internacionales, las empresas multinacionales, las organizaciones no gubernamentales, las burocracias de la política exterior, las organizaciones terroristas de alcance global o las fuerzas militares de las potencias, que tienden a ser campos de estudio en relaciones internacionales.

Desde la sistémica y tal como se evidencia en el sistema internacional, para una mejor comprensión de un hecho en sus orígenes, desarrollo o consecuencias, se hace necesario abordar elementos y/o variables[13] que son propios del sistema internacional[14], del sistema social[15], del sistema político[16], del sistema económico[17] o de los individuos[18] en los cargos de toma de decisiones. Estas variables/subvariables, junto con todas las complejas interconexiones que se dan entre ellos a lo largo del tiempo, son algunas de las que se recomienda abordar para lograr una comprensión más profunda de una guerra. De esta forma se puede lograr un mejor entendimiento de sus causas estructurales, de la forma en la que las partes han construido sus visiones del otro, de las capacidades que se pueden desplegar en los campos de batalla, de las razones por las cuales los escenarios no se comportan de la forma en la que se esperaba, de los efectos indeseados de la guerra y de la evolución de la confrontación.

Los análisis sistémicos son una herramienta exigente, es un camino de alta resistencia, implican esfuerzos multidisciplinares así como el manejo de grandes volúmenes de información pasada y presente, siendo un instrumento que requiere de análisis intrincados, que llegan a conclusiones complejas pero que deben ser simplificadas adecuadamente. La exigencia de este tipo de herramienta, la actual incapacidad para entender la creciente complejidad del mundo[19], el inherente posicionamiento de diversos tipos de sesgos debido a la acentuada polarización sociopolítica, así como la dificultad para lograr esa “simplificación adecuada” de la complejidad (Balancear simplicidad – complejidad) y la fuerte tendencia a pensar linealmente al momento de abordar un mundo no lineal, son algunas de las razones por las cuales se desdeña la sistémica[20]. Un ejemplo del uso de aproximaciones sistémica en la guerra, se encuentra en el ejercicio presentado en junio de 2010 por el General Stanley A. McChrystal – Comandante en Jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán, con el fin de tratar de comprender mejor la complejidad de la guerra afgana y proponer un curso de acción alternativo que permitiera el logro de los objetivos trazados por los estadounidenses, un ejercicio que terminó en un caustico enfrentamiento con el Presidente Obama y el retiro del General. Otros ejemplos de la utilidad que pueden llegar a tener los enfoques sistémicos para lograr cambios han sido expuestos por el profesor David Peter Stroh, en su libro “Pensar sistémico para el cambio social”, donde explica la utilidad que tuvo este enfoque para abordar problemas relacionados con reformas al sistema educativo estadounidense, el sistema de prisiones o las personas sin hogar.

El Emperador chino, Tang Taizong (598-649), en su “Guía Ejecutiva Zhenguan”, en el capítulo sobre el Arte de la Guerra, afirmó que “antes de la batalla, siempre trato de prever las acciones del enemigo y pienso en una estrategia que se adapte a ellas; para hacerlo debo comprender como piensa; también intento juzgar su moral y la comparo con la nuestra. Y para ello es necesario que conozca bien a mis propias tropas, la esencia del arte de la guerra es tanto conocerse a uno mismo como conocer al enemigo e incluso si no conoces a tu enemigo, ya es una ventaja conocerse bien a un mismo (Tang. Pág.86)”. Esta valiosa reflexión, que se origina en la misma tradición holística, asociativa e interconectada, de los textos de estrategia chinos como el Arte de la Guerra de Sun Tzu o Sun Bin, es un firme recordatorio de la utilidad de abordar la guerra bajo enfoques sistémicos y de su constante presencia en los asuntos humanos como un “Sistema Social Complejo”.  

Rusia: Hacia una visión sistémica del inexorable hundimiento de las relaciones con los Estados Unidos-Unión Europea

Vaclav Havel (1936-2011), protagonista de la Primavera de Praga (1968), último presidente de Checoslovaquia y primer Presidente de República Checa, comentó en una entrevista para Le Monde, en febrero de 2005, que “Rusia no sabe exactamente dónde empieza, ni dónde termina, en la historia, Rusia se extendió y se redujo, cuando convengamos tranquilamente dónde termina la Unión Europea y dónde empieza la Federación Rusa, entonces la mitad de la tensión entre las dos desparecerá… de hecho, la línea de fractura pasa a lo largo de Ucrania (Mayer. 2007. Pág. 576)”. La guerra que estalló en febrero de 2022 y que tiene enfrentados a Estados Unidos – Unión Europea – OTAN con la Federación de Rusia, hunde sus raíces en diversos procesos histórico – culturales, sociopolíticos, económicos e idiosincráticos, que están densamente interconectados y que a lo largo de más de dos décadas, fueron generado una acumulación sistémica de tensiones que desembocaron en la confrontación. Los hechos que marcaron las relaciones entre estas potencias reflejan diferentes visiones y han sido interpretados de maneras divergentes tanto por parte de Rusia, como de EEUU-UE.

En ese sentido, al analizar desde una perspectiva sistémica los hechos que llevaron a la guerra, desde el punto de vista ruso, en los años noventa, de forma planificada e incesante, se pusieron en marcha diversas acciones, impulsadas por EEUU a través de la OTAN y que han contado con la modesta e impasible aceptación de Europa, que han buscado marginar o debilitar a Rusia como potencia europea y mundial. En ese sentido, desde el final de la Guerra Fría (1991), “Estados Unidos vio el comienzo de un sistema [internacional] unipolar, dominado por el país que había salido ganador de la contienda, pero Rusia, no consideró que la implosión de la URSS fuera la consecuencia de una competencia ya insostenible con Washington, sino como un suceso determinado por problemáticas internas, la posición subordinada ocupada en tiempos más recientes ha sido el ilegitimo resultado de una campaña sin fin de EEUU para contener a Rusia e impedir que reconquiste su estatus apropiado (Scocozza. 2017. Pág. 52)”. A partir de esta posición se concatenaron diversos hechos que fueron minando las relaciones de Rusia con Occidente durante más de dos décadas.   

En primer lugar, para Rusia, la más clara expresión de ese objetivo de los estadounidenses ha sido la continua ampliación de la OTAN sobre Europa Oriental (Espacio Ex Soviético) en 1999 (República Checa, Hungría y Polonia), 2004 (Bulgaria, Romania, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Letonia, Estonia),  2009 (Albania – Croacia) y que continúa en la actualidad (Suecia, Finlandia, Ucrania), una política que empezó con Bill Clinton (1993-2001) quien decidió aprovechar la debilidad rusa para ampliar la alianza euroatlántica. Este curso de acción sembró las semillas del conflicto, debido a que en 1991, “el Presidente George Bush padre había asegurado a Gorbachov que la inclusión de Alemania Oriental en la OTAN representaba el límite máximo, al cual la organización se hubiera ampliado, previendo el acuerdo, por un lado la renuncia de Rusia a la hegemonía sobre Europa del Este y por otro, la promesa de Estados Unidos de no tomar ventajas de esta ausencia para extender su influencia sobre la región (Scocozza. 2017. Pág. 52)”, una posición que en líneas generales también se había esgrimido en el Memorando de la conversación entre Mijaíl Gorbachov y James Baker, en Moscú, el 9 de febrero de 1990.

La decisión de la administración Clinton de ampliar la OTAN generó profundos recelos y en no pocos casos una sensación de traición en la parte rusa, que se vio acrecentada por la intromisión de la alianza en la guerra entre Serbia y Kosovo (1998-1999), debido a que “la organización atlántica fue legitimada para intervenir fuera de los confines de su área de jurisdicción, actuando contra un Estado soberano, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y en violación del derecho internacional (Scocozza. 2017. Pág. 56)”. Estas acciones avivaron las dudas de Moscú sobre la naturaleza defensiva de la OTAN y en especial sobre ¿Cuál es su objetivo y cuál es el enemigo que justifica su existencia[21]? tomando en cuenta que la URSS ya no existía, preguntas ante las cuales, con el tiempo, el Kremlin identificó una respuesta en la que se le decía: “No esperamos que ustedes se comporten como una democracia occidental, pero los trataremos como si estuviera todavía la Unión Soviética, la Guerra Fría ha terminado para ustedes, pero no para nosotros (Scocozza. 2017. Pág. 53)”, Rusia tomaba el lugar de los soviéticos y Moscú seguía siendo el enemigo. Este avance de Estados Unidos sobre el antiguo perímetro de la URSS alarmó de forma creciente a Moscú debido a la existencia de intereses históricos, sociales, económicos, identitarios y geopolíticos, que van más allá de las fronteras creadas tras la desaparición del sistema soviético, así como al convencimiento en Rusia de que el fin de la Guerra Fría “no significó una rendición incondicional y la renuncia a cualquier relación especial en el territorio circundante (Scocozza. 2017. Pág. 53)”.

Moscú señala que en un contexto de gran debilidad económica e inestabilidad interna, firmó en 1997, en Paris, el “Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad entre la Federación Rusa y la OTAN”, un documento que no tenía la fuerza jurídica de un tratado y que generó una fuerte oposición público-política al Presidente Boris Yeltsin (1991-1999) al ser visto como una traición. Este documento se utilizó para delimitar una nueva arquitectura de seguridad en Europa, sentar las bases para una mayor cooperación y preparar las bases para la ampliación de la OTAN sobre Europa Oriental, sin embargo, el creciente malestar y los riesgos que generó en Rusia la idea de la expansión de la Alianza Atlántica fueron expuestos por el Presidente Putin, en la Conferencia de Múnich, el 10 de febrero de 2007, cuando manifestó que:

“La problemática de la seguridad internacional es mucho más amplia que el tema de la estabilidad político militar, porque abarca la estabilidad de la economía mundial, la eliminación de la pobreza, la seguridad económica y el dialogo entre civilizaciones. El carácter universal e indivisible de la seguridad está recogido en su principio básico: La seguridad de cada uno, es la seguridad de todos… Igual que sucede en toda guerra, la “Fría” nos dejó sus minas sin explotar, figuradamente dicho; me refiero a los criterios ideológicos estereotipados, la política de doble rasero y otros clichés de la mentalidad de la época de bloques… A nosotros no nos puede menos que preocupar los planes de desplegar elementos del sistema de defensa antimisiles en Europa… Ninguno de los llamados países problemáticos tiene misiles que realmente puedan presentar una amenaza para Europa, con alcance 5 a 8 mil kilómetros, no lo tendrá en un futuro previsible… En este mismo momento en Bulgaria y Rumania surgen las llamadas bases ligeras de EEUU, de 5 mil efectivos cada una, resulta que la OTAN destaca sus unidades de vanguardia hacia nuestras fronteras nacionales, mientras que nosotros, al cumplir el Tratado[22] en cuestión, no respondemos de ningún modo a tal proceder”.  

En este contexto de ampliación de la OTAN y de creciente desconfianza hacia EEUU, el avance sobre Ucrania y Georgia, fue catalogado por Moscú como una línea roja que Occidente no debía cruzar. En ese sentido, para abril de 2008, en la Cumbre de la OTAN en Bucarest, Putin advirtió:

“Ucrania es un Estado muy complejo. En su conformación actual fue creada en la época Soviética con territorios obtenidos después de la Segunda Guerra Mundial de Polonia, Checoslovaquia y Rumania… Es un conglomerado estatal complejo, si agregamos el problema de la OTAN corremos el riesgo de hacer colapsar el Estado. Además graves problemas internos están surgiendo. Por lo tanto, tenemos que actuar teniendo mucho, mucho cuidado… Yo invito a todos, cuando tratemos estas cuestiones, a tener en cuenta que nosotros también tenemos nuestros intereses. En Ucrania viven 17 millones de rusos ¿Quién podría negar que tenemos intereses en Ucrania? Todo el sur está habitado por rusos… Siempre hemos estado calmados y responsables en estos temas, nosotros no queremos causar problemas, siempre hemos actuado con mucho cuidado, pero pedimos a nuestros socios actuar con la misma razonabilidad (Scocozza. 2017. Pág. 53)”.   

La expansión de la OTAN, acompañada de la decisiva presencia e influencia de las fuerzas militares de EEUU, posicionadas cada vez más cerca de las fronteras y de los centros de gravedad del poder ruso, ahondó los temores y suspicacias. De esa forma se fue consolidando una precepción de amenaza sobre Moscú, convertida en certeza, que llegó a ser identificada como “una amenaza existencial que emana de los Estados Unidos y la OTAN, producto de su despliegue de armamento mayor y personal militar altamente entrenado, adoctrinado con una filosofía estratégica que pone a Rusia en la posición de gran enemigo, esto en un territorio que cultural e históricamente ha estado conectado con las fronteras rusas (Pashentsev. 2022)”. De allí que cuando se consideró la posibilidad del ingreso de Georgia a la OTAN, estallasen las tensiones en las regiones georgianas separatistas prorrusas de Abjasia y Osetia del Sur, que llevaron a la guerra ruso-georgiana (Agosto 7-2008)[23]. La guerra terminó el 16 de agosto con un resultado favorable para Rusia y aunque los países de la Alianza Atlántica declararon que “esos países serían parte de la OTAN (Mearsheimer. 2014)”, Rusia, también dejó en claro no solo su determinación de actuar, sino que “Alexander Grushko, Viceministro ruso de Relaciones Exteriores, expresó que la membresía de Georgia y Ucrania en la Alianza es un error estratégico gigantesco que traerá serias consecuencias para la seguridad pan europea, al tiempo que Putin sostuvo que admitir estos dos países en la OTAN representará una amenaza directa para Rusia (Mearsheimer. 2014)”.

De esta forma, a lo largo de más de dos décadas, para Rusia quedó claro, más allá de las palabras o los discursos, que la acción de ampliar la OTAN “es parte de una estrategia mayor para alejar a Ucrania de la órbita rusa e integrarla al Oeste, al tiempo que la expansión de la Unión Europea y el respaldo de Occidente al movimiento pro democrático de Ucrania, empezando con la Revolución Naranja de 2004[24], son también elementos críticos (Mearsheimer. 2014)”, de ésta estrategia, en la que la que los propósitos visibles parecen girar en torno a la paz, la expansión de la libertad, la democracia, la prosperidad, la estabilidad y valores compartidos, mientras que las prioridades ocultas, parecen poner de manifiesto una agenda con la que se busca debilitar a Rusia y marginarla de Europa. Un curso acción que analistas norteamericanos[25] como George Kennan, Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinski, reconocieron como intrínsicamente conflictivo.

En segundo lugar, para Rusia, el surgimiento en países del espacio Ex Soviético de Revoluciones de Colores y la vulneración de sus intereses económicos – políticos en otros países del sistema internacional, también contribuyeron a deteriorar las relaciones con Occidente. Las Revoluciones de Colores, que es el nombre con el que se ha designado “a los cambios inconstitucionales de régimen, causados por considerables y a veces violentas actividades en las calles por parte de opositores radicales, los líderes occidentales usualmente dan la bienvenida a estos cambios y les brindan diversos tipos de ayuda política, organizacional y financiera (Kortunov. 2021)”, han sido un elemento central en este proceso de deterioro. Rusia plantea que pese a su discurso occidental y pro liberal, estas movilizaciones populares son utilizadas por la CIA, organizaciones como la Open Society Foundations, la USAID, el National Endowment for Democracy u otras ONGs, para generar cambios de gobierno e instaurar actores más cercanos o afectos a los intereses de EEUU. Este tipo de revoluciones se vieron en Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005), siendo también una herramienta que se identificó en las “Primaveras Árabes (2011)” que asolaron el Magreb y Oriente Próximo.

Esta situación llevó a Putin a afirmar que “nosotros vemos las consecuencias trágicas que ha traído la ola de las así llamadas revoluciones de colores, las turbulencias que han experimentado y que ahora están viviendo los pueblos en estos países donde se realizaron experimentos irresponsables de una latente injerencia externa en sus vidas… tenemos la obligación de hace todo lo necesario para que esto jamás ocurra en Rusia (RT. 2014). Desde el Kremlin, este tipo de acciones hacen parte de la Guerra Hibrida que Estados Unidos y sus aliados han puesto en marcha contra Rusia, siendo este tipo de guerra una herramienta que se ha venido posicionando en los últimos años frente a otros conceptos de la guerra como las guerras asimétricas[26] o las guerras de cuarta generación[27]. La guerra hibrida surgió hacia 1997, cuando “el General al mando de la Infantería de Marina de EEUU – Charles C. Krulak, acuñó la expresión <<Guerra de tres bloques[28]>> para definir las particulares exigencias de los campos de batalla modernos (Freedman. 2018. Pág. 344)”. La idea tras la guerra de tres bloques reconocía que “era necesario llevar a cabo tareas muy diversas al mismo tiempo [lo que] acabaría por convertirse en una formula estratégica capaz de sumir en la confusión al adversario (Freedman. 2018. Pág. 344)”, siendo un planteamiento retomado en 2005 por el General James Mattis y el Teniente Coronel Frank Hoffman, quienes agregaron un cuarto bloque que hacía referencia a “cuestiones psicológicas o de facetas vinculadas con la información operativa; llamando Guerra Hibrida a este tipo de situación (Freedman. 2018. Pág. 344)”. Para 2007, Hoffman, “comenzó a dar mayor importancia a esta expresión, ya que no solo hacía referencia al hecho de que pudieran utilizarse fuerzas irregulares para incrementar la presión ejercida sobre contingentes regulares, sino también para lograr que la actuación se desarrollara de manera más coordinada y conjunta (Freedman. 2018. Pág. 344)”.

A partir de estas reflexiones, el concepto de guerra hibrida “pasó a designar cualquier enfoque capaz de hacer uso de toda la panoplia de recursos militares disponibles, incluyendo el terrorismo, la insurgencia, la delincuencia y las operaciones convencionales, sin omitir la utilización exhaustiva de las operaciones de información… siendo el mejor ejemplo la campaña de Hezbolá contra Israel durante la Segunda Guerra del Líbano de 2006 (Freedman. 2018. Pág. 344)”. Rusia, se abocó al estudio de este tipo de guerra y en 2013 el General Valeri Gerasimov – Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas explicó las razones que le inducían a pensar que ese sistema podría funcionar[29], siendo este tipo de guerras las que Rusia considera que EEUU ha desatado contra ellos dentro del propio país, en el espacio exsoviético y en otros lugares del mundo.  A través de las guerras hibridas Rusia considera que sus intereses económicos y político-militares han sido vulnerados por EEUU y sus aliados en otros lugares como Siria o Libia, que fueron desestabilizadas por Occidente[30] en el marco de las llamadas Primaveras Árabes, convertidas en sangrientos inviernos. En ese sentido, Moscú consideró que tras el derrocamiento de Gadafi, en Libia, entre agosto-octubre de 2011, sus intereses económicos fueron desconocidos[31] y decididos a impedir que esto ocurriera en Siria, se involucraron a fondo para: 1) Proteger e impulsar sus intereses económicos, políticos y militares[32], 2) Prevenir que se repitiera el caos visto en Libia y evitar que los fundamentalistas islámicos sunnitas contasen con bases para moverse contra el Cáucaso Ruso o Asia Central, destruyéndolos en Siria, 3) Asegurar y fortalecer la presencia de la marina de guerra rusa en el Mar Negro[33], los estrechos turcos, la costa oriental del Mediterráneo y el Medio Oriente, y 4) Advertir a Occidente que está en capacidad de responder al apoyo dado a los rebeldes anti-rusos en Ucrania Oriental y al creciente involucramiento de EEUU y Europa, en Ucrania. Para Moscú, este tipo de acciones no se han detenido y se vieron en Ucrania (2014), en Bielorrusia (2021) o en Kazajistán (2021).

En tercer lugar, para Rusia, el sutil pero creciente clima desconfianza con Estados Unidos, surgió y se fortaleció con la decisión norteamericana de desconocer algunos acuerdos para el control de armas nucleares o convencionales, especialmente cuando bajo la administración Bush hijo, EEUU tomó la decisión de retirarse unilateralmente[34], del “Tratado Anti Misiles Balísticos – ABM” de 1972, que había sido suscrito entre el Presidente Richard Nixon y el Secretario General del Partido Comunista de la URSS, Leonid Brézhnev. Con una agenda de defensa y seguridad dominada en ese momento por la guerra preventiva, el ejercicio unilateral del poder estadounidense, Al Qaeda, Corea del Norte, Irak e Irán, esta decisión le permitió a los norteamericanos desarrollar un “Escudo Antimisiles”, que se anunció en 2002 y entró en operación en 2016, contando con componentes en Alemania, Turquía, Polonia y Rumania. Esta fue una medida que para los rusos poco tenía que ver con la lucha contra las organizaciones terroristas islámicas o los Estados señalados y sí mucho que ver con la decisión de degradar la eficacia del arsenal nuclear de Rusia. Esta acción afianzó la desconfianza de Moscú y la precepción de ser objeto de una política de contención o de debilitamiento, percepción atizada por la probabilidad de que el escudo pueda volverse ofensivo, pues aunque “Washington siempre ha proclamado que los complejos no están equipados con el software para lanzar misiles de crucero teniendo también otras limitaciones… no hay forma de verificar esto externamente y en cualquier caso, las limitaciones pueden ser fácilmente rectificadas, teniendo en cuenta que los sistemas Aegis y los lanzadores MK41 fueron específicamente diseñados para ser capaces de utilizar un amplio rango de misiles diseñados para ellos (Yermakov. 2022)”. Asimismo, para Rusia, la decisión de EEUU de retirarse de otros acuerdos como el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio[35] (2019) o el Tratado de Cielos Abiertos[36] (2020), solo han contribuido a reforzar la desconfianza y la hostilidad.

En cuarto lugar, hay un aspecto importante para el Kremlin pero que poco o nada se tiene en cuenta en el marco del deterioro de las relaciones entre EEUU y sus aliados con Rusia, siendo este: La interferencia de los estadounidenses en las elecciones parlamentarias rusas de 2011 y presidenciales de 2012 con el fin de debilitar políticamente y evitar la elección de Vladimir Putin. En diciembre de 2011, Moscú y San Petersburgo “se llenaron de manifestantes que protestaron contra el fraude cometido en las elecciones parlamentarias celebradas el 4 de diciembre, donde tras haber logrado en las elecciones de 2007 el 64% de los votos y el 70% de los escaños, el partido de Putin, Rusia Unida, se quedaba en un 49% de los votos y un 52% de los escaños (Torreblanca. 2017)”. Para Moscú, así como se estaba viendo en otros lugares del mundo, “la mano norteamericana estaba detrás de las protestas pues un buen número de fundaciones estadounidenses dedicadas a la promoción de la democracia habían estado asesorando y financiando a la oposición Rusa (Torreblanca. 2017)”. Estos actos, frente a los que la Secretaria de Estado, Hilary Clinton[37], manifestó que “la protestas en Moscú eran enteramente domésticas (Amies. 2011)”, fueron acciones de particular temeridad y osadía, que reforzaron la precepción del Kremlin de estar enfrentando una implacable política de debilitamiento y desestabilización que era impulsada desde Washington.

Finalmente, está la evolución de la situación interna en la propia Ucrania, uno de los aspectos centrales de la posición rusa, al ser este país parte esencial del pasado, el presente y el futuro de la cultura e intereses rusos, donde además de la creciente presencia de EEUU-OTAN, Rusia vio la configuración de una amenaza debido al ascenso en Kiev de fuerzas políticas anti rusas, con una presencia importante de la extrema derecha [calificados como fascistas o neonazis por Rusia], acciones que vulneran intereses históricos y socioeconómicos rusos. Frente a estos aspectos, la preocupación empezó a surgir cuando en noviembre de 2004 se produjo la llamada “Revolución Naranja” que en Occidente fue elogiada como “la afirmación de fuerzas democráticas contra el viejo sistema controlado más o menos por Moscú (Scocozza, 2017. Pág. 90)”, pero que en Rusia fue entendida como “una forma de agresión externa, llevada a cabo con ayuda de tecnologías informativas y desordenes públicos, a manos de la quinta columna del mismo color, que no es sino un recurso para legitimar la presión por parte de fuerzas externas sobre el poder gubernamental con el fin de obligarlo a cambiar el curso político o a delegar el poder a quienes estén dispuestos a cambiarlo (Satarikov y Beliáev. 2016. Pág. 26)”. Moscú vio en esta dinámica la mano de los norteamericanos ya que “en realidad, no se puede subestimar la fuerte penetración de Estados Unidos y el apoyo de la mayoría de las cancillerías europeas para intervenir significativamente en los procesos políticos ucranianos… se estaba asistiendo en ese momento al fin de la transición postsoviética y al comienzo de una nueva era definitivamente orientada hacia la integración del país a Occidente (Scocozza, 2017. Pág. 91)”, lo que inquietó aún más al Kremlin, debido a que ese proceso desconocía no solo la importancia de Ucrania para los rusos, sino la presencia de los rusos en las regiones orientales del país.    

En ese momento, Ucrania, pese a la revolución, siguió afectada por un “sistema de corrupción y el control ejercido por los grandes grupos económicos financieros que quedaron intactos… [pues] el sistema oligárquico seguía igual y la revolución no había determinado ningún cambio en la clase dominante… Además, la orientación prooccidental no encontró el apoyo de la población como lo demuestra la derrota de Yuschenko en las elecciones políticas de marzo de 2006 (Scocozza, 2017. Pág. 92)”. Para 2010, el Presidente Victor Yanukovich (2010-2014) trató de “dar continuidad a una política de equidistancia entre Moscú y Occidente… haciendo una debida diferenciación de los intereses ucranianos hacia la OTAN y la Unión Europea, mientras que en el primer caso la aprobación de la nueva Ley de principios de política interior y exterior de Ucrania, establecía para el país el estatus de país neutral y suspendía el objetivo de ingresar a la Alianza Atlántica -al preferir colaborar en áreas de interés común con varias organizaciones sin ingresar en ninguna- [aunque] la integración con la Unión Europea siguió siendo un objetivo prioritario (Scocozza, 2017. Pág. 94)”.

En esta dinámica, la situación se escaló en 2013 debido a que Ucrania, antes del estallido de la guerra, ya venía sido el campo de batalla de dos proyectos geopolíticos de carácter económico que chocaron en el país: La Unión Europea y la Unión Económica Euroasiática (UEA). La UEA es una organización internacional impulsada por Rusia que se constituyó formalmente en enero de 2015, con el objetivo de fortalecer el intercambio comercial y aduanero entre los países miembros (Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán), retomaba la  Comunidad Económica Euroasiática (CEEA) que fue una organización regional de integración económica que existió entre 1998-2014 y que a su vez se había originado en Comunidad de Estados Independientes (CEI – 1996) y en la que participaban los antiguos países de la URSS. Moscú deseaba que Ucrania, por su importancia cultural y económica, fuese parte de la UEA, sin embargo, los sectores prooccidentales de Ucrania privilegiaban el ingreso a la Unión Europea, en detrimento la iniciativa rusa.

La situación interna de los ucranianos se deterioró en ese momento debido a que “considerando los costos del ajuste requerido [para acceder a la UE] y las pérdidas económicas derivadas del empeoramiento de las relaciones con Moscú, el país necesitaba de millones de dólares, mientras que las solicitudes del gobierno ucraniano eran consideradas desproporcionadas por los organismos occidentales, situación que Rusia aprovecho para influir de manera definitiva en Kiev, declarándose dispuesta a conceder 15.000 millones de dólares, más un descuento en la venta energética (Scocozza, 2017. Pág. 96)”. En este marco Yanukovich decidió no firmar el acuerdo con la Unión Europea, lo que generó manifestaciones, revueltas y un incremento del nivel de conflictividad que desembocó en una guerra civil entre las regiones orientales prorrusas del país y las prooccidentales. En esta dinámica jugó un rol central “la oposición [a Moscú], particularmente violenta, con la presencia de fuerzas nacionalistas, incluso neonazis, apoyada por la mayoría de la opinión pública occidental, que sumó a la protesta contra la falta de acuerdo con la Unión Europea un mayor sentido de rechazo hacia la historia de subordinación a Rusia y vio en ese momento la oportunidad de llegar a una definitiva opción europea (Scocozza, 2017. Pág. 96)”.

El Presidente no logró forjar un acuerdo para reducir la violencia con el movimiento prooccidental (Euromaidan), por lo que a través de la mediación de los ministros de exteriores de Francia, Alemania y Polonia, se logró el 21 de febrero un acuerdo que “establecía el regreso a la constitución menos presidencialista de 2004 y la realización de elecciones para la formación de un nuevo gobierno (Scocozza, 2017. Pág. 97)”. Sin embargo, el 22 de febrero, Yanukovich fue destituido “sin ninguna intervención por parte de las potencias occidentales, [lo que] determinó un cambio radical que iban más allá de los compromisos iniciales y para Moscú, esta acción imprevista, representó un punto de no retorno y el comienzo de una inexorable reacción”, calificando con posteridad el hecho como un golpe de Estado apoyado por Washington y un desafío que no se podía subestimar ya que “lo que se estaba poniendo en discusión en el momento era el rechazo a las raíces orientales del país, eso significaba cuestionar cualquier vínculo con Rusia (Scocozza, 2017. Pág. 98)”. La compleja situación del momento para el Kremlin fue recogida por la profesora Carmen Scocozza, citando a Fyodor Lukyanov y su artículo para “Russia in global affairs – Ucrania: Vista desde Moscú”, de febrero 2014, en el sentido de que:

“Existen dos aspectos de una misma realidad, pero cada parte ve solo una. Hay una opinión generalizada en Occidente de que Vladimir Putin tiene miedo de lo que está pasando un Ucrania porque puede servir de ejemplo para la oposición rusa. Esta es una visión muy simplificada. El presidente ruso hace una comparación entre los acontecimientos en Kiev y la situación en Rusia, pero los ve como la confirmación de que él tiene la razón. En su opinión, los disturbios deben ser suprimidos antes de que se conviertan en un enorme incendio… una vez que un Estado vacila, las fuerzas externas pasan a través de la brecha y empiezan arruinarlo hasta que cae. Occidente es destructivo. Es incapaz de entender la complejidad de la situación y actúa de manera primitiva, designa a los jugadores como buenos y malos o destruye deliberadamente sistemas indeseables… El deseo de limitar la influencia rusa y obstaculizar las iniciativas de Moscú es el imperativo invariable de la política Occidental… Hoy Moscú no está buscando el colapso de Ucrania ni tomando medidas especiales en esta dirección. Pero si el conflicto interno aumenta, Rusia puede optar por establecer contactos más estrechos con las regiones prorrusas en este y sudeste de Ucrania. Rusia cree que la interferencia de Occidente y el apoyo unilateral a la oposición traigan un escenario de este tipo. Putin teme el caos. El principal motor de su política hacia Ucrania no será el deseo de expansión, sino el deseo de reducir el riesgo de que el caos se derrame en Rusia, con este fin cualquier cosa es permitida, ya sean medios defensivos u ofensivos”.   

Occidente no condenó lo ocurrido en Ucrania, lo que reforzó en Moscú la “impresión de que una vez más, se estaban utilizando los desórdenes y manifestaciones para reducir los márgenes de maniobra rusos y atraer a la órbita Occidental un país históricamente fundamental para garantizar el equilibrio entre este y oeste… Putin tenía que responder… la decisión de reconquistar Crimea[38], con el riesgo de llegar a una confrontación directa con Occidente, representaba un mal necesario para exigir el debido respeto al exterior y reconquistar el consenso interior… En el momento en el que los cambios en Ucrania representaban un riesgo por la posible inclusión del país en las organizaciones occidentales -lo que significaba en un futuro próximo compartir alrededor de dos mil kilómetros de frontera con un potencial enemigo- Rusia se veía obligada a reaccionar (Scocozza, 2017. Pág. 99)”. El inicio de protestas prorrusas en la península de Crimea y zonas fronterizas con Rusia (febrero de 2014), y la subsiguiente declaración de independencia en marzo 6, llevaron a que Rusia tomara la península que pasó a ser territorio ruso mediante un referendo celebrado el 16 del mismo mes, donde los prorrusos obtuvieron la victoria con el 97% de los votos, lo que su vez llevó a Occidente a desconocer este proceso y a imponer sanciones económicas sobre Moscú.  

Estas acciones llevaron a Kiev a impulsar controvertidas medidas, como una ley para prohibir las lenguas cooficiales del país que afectaba a los ruso parlantes, así como a dar mayor fuerza al proceso de acercamiento y cooperación con EEUU-OTAN, lo que a su vez exacerbó los temores y aprensiones de Rusia tanto hacia los norteamericanos como hacia el futuro de las minorías rusas en Ucrania. Las tensiones entre las zonas ucranianas cercanas a Rusia y aquellas cercanas a la UE, que venían aumentando desde la destitución de Yanukovich, no hicieron sino agravarse con manifestaciones separatistas en las zonas prorrusas, así como con ataques en las zonas de Donetsk, Járkov y Lugansk, sin que la elección del Presidente Petro Poroshenko (2014-2019), en mayo, ayudara a reducir la violencia. Para septiembre de 2014, se firmaron los primeros acuerdos de Minsk entre Rusia – Ucrania – Republicas del Donetsk y Lugansk, que “establecieron, entre otras cosas, el alto al fuego, el intercambio de prisioneros y la obligación de conservar sus posiciones sin tratar de ganar terreno a expensas del otro contrincante, bajo la supervisión del Organismo para la Seguridad y la Cooperación en Europa – OSCE (Scocozza, 2017. Pág. 103)”.

El acuerdo no era una solución estructural al conflicto en zonas que se veían aquejadas por la tensión y violaciones al alto al fuego, lo que llevó, en febrero de 2015, a la firma de los Acuerdos de Minsk II, “con la implicación de Francia y Alemania para garantizar una mayor efectividad de lo establecido, en este segundo encuentro los dos bandos se comprometieron a asegurar el alto al fuego, retirar el armamento pesado, iniciar un diálogo entre los separatistas y el gobierno central para llegar a definir la situación de los territorios en disputa, retirar todas las tropas extranjeras involucrada, amnistiar a los rebeldes, liberar a los rehenes, asegurar el control de las fronteras por parte del gobierno ucraniano y garantizar al adopción -en ese momento prevista para 2015- de una constitución en la cual se preveía la aplicación de un modelo federal que permitiera amplios niveles de autonomía a las poblaciones rusofonas (Scocozza, 2017. Pág. 103)”. El hecho de que el gobierno ucraniano pasara una enmienda constitucional con la que manifiesta su voluntad de unirse a la OTAN, en febrero de 2019, al tiempo que seguía creciendo la violencia contra los prorusos en el oriente ucraniano y se daba una mayor cooperación de Kiev con EEUU, mientras que Rusia reprochaba la decisión de Kiev de no cumplir con los acuerdos de Minsk II y de buscar una solución militar a los problemas de los territorios rusofonos, no hicieron sino fortalecer la senda de la guerra.

El escenario, saturado por una acumulación sistémica de tensiones de décadas y volatilizado por los problemas recientes, estalló definitivamente en febrero de 2022 con el ataque ruso, que el presidente Putin, en su discurso del 24 del mismo mes, justificó manifestando que “el propósito de esta operación es proteger las personas que, por ocho años, han visto la humillación y el genocidio perpetrado por el régimen de Kiev, para tal fin, nosotros buscamos desmilitarizar y desnazificar Ucrania, así como llevar a juicio a  aquellos que han perpetrado sangrientos crímenes contra los civiles, incluidos ciudadanos de la Federación Rusa (Putin, 2022)”. En este ataque, llamado por Rusia “Operación militar especial”, convergen el enfado ruso por lo que perciben como un sistema internacional unipolar ilegitimo que es utilizado según la conveniencia, deseos e intereses de los norteamericanos, así como para debilitar a Rusia, al tiempo que se vulneraban los derechos de las minorías rusas en Ucrania Oriental, quienes habían terminado siendo victimas de un genocidio. El infausto desarrollo de los hechos que hemos visto hasta la fecha en esta guerra, ha mostrado el fracaso de EEUU al momento de expandir la OTAN sin crear una guerra europea, disuadir a Rusia o mitigar sus temores, así como el fracaso de la Unión Europea al momento de promover el dialogo, el entendimiento o la negociación como herramientas para prevenir o resolver guerras y el fracaso de Rusia para evitar, aún en el marco de su doctrina estratégica[39], lanzarse a una brutal guerra de la que saldrá debilitada, logre o no sus objetivos.

EEUU-OTAN-UE: En defensa de un sistema internacional liberal y euro-norteamericano

Para los norteamericanos y sus aliados, los hechos que han llevado a la guerra en Ucrania gravitan en torno a elementos diferentes siendo muy distintos a los argumentos expresados por la contraparte rusa, estando sus posiciones ampliamente difundidas en los más influyentes medios de comunicación del mundo. Para los norteamericanos, la invasión de Ucrania es un desafío a la paz, al orden liberal[40], a la estabilidad y al imperio de la ley que promueven los estadounidenses, siendo EEUU enfático en que es “necesario dejar una cosa en claro, no ha habido ninguna amenaza a la seguridad de Rusia, desde el final de la Guerra Fría, objetivamente los rusos han gozado de más seguridad que en cualquier momento en la memoria reciente (Keagan. 2022)”, la agresión es no provocada e injustificada. Desde el punto de vista americano es bastante importante el hecho de que tras el fin de la Guerra Fría, aunque “los rusos no fueron derrotados militarmente, ocupados y reformados en el proceso como Alemania o Japón… los líderes rusos debieron acomodarse a la nueva realidad, otros grandes poderes se habían ajustado a cambios similares, los británicos fueron en un tiempo los emperadores de los mares, poseedores de un imperio global y el centro financiero global, luego lo perdieron todo y aunque algunos se sintieran humillados por ser suplantados por los EEUU, los británicos se ajustaron rápidamente a su nuevo lugar en el firmamento. Los franceses también perdieron un gran imperio, Alemania y Japón fueron derrotados en la guerra, perdieron todo, excepto su talento para producir riqueza y todos hicieron los ajustes que consideraron mejores para ellos (Keagan. 2022)”. Robert Keagan resalta en su artículo de 2022 para Foreign Affairs – The price of hegemony, que el problema es que Rusia realmente nunca creyó que pudiera convertirse en polo de poder económico, sus elites pensaron que la consecuencia más probable de la integración sería la degradación de Rusia, en el mejor de los casos, a un poder de segundo nivel.

En líneas generales los norteamericanos “se han visto sorprendidos por el curso de acción de Rusia con la agresión a Ucrania, que va en contravía de sus declaraciones de buena voluntad, los billones de dólares vertidos en la economía rusa y el cuidado mostrado al inicio de los años de la pos guerra fría -evitando bailar sobre la tumba la Unión Soviética-, pues lo que Putin quiere no puede ser garantizado por los Estados Unidos (Keagan. 2022)”, es decir, las antiguas esferas de influencia soviéticas. En ese sentido, el problema con Vladimir Putin es que “esas esferas de influencia no son otorgadas por un gran poder a otro, ellas no son inherentes, no son creadas ni por la geografía, ni por la historia o la tradición, son adquiridas por el poder económico, político y militar, vienen y van de acuerdo como la distribución del poder en el sistema internacional a medida que fluctúa (Keagan. 2022)”, siendo ejemplo de ello la forma en la que las perdieron los poderes europeos o Japón. Por ello, el problema central radica en dos aspectos estrechamente relacionados, por un lado en que “los rusos creen que tienen una esfera de interés natural, geográfica e histórica en Europa Oriental porque la tuvieron durante muchos siglos… Después de la Guerra Fría, Putin y otros rusos han querido que Occidente les garantice una esfera de interés en Europa, pero esa esfera simplemente no reflejaría el verdadero balance de poder tras la caída de la URSS (Keagan. 2022)”.

Por otro, “el problema ruso no es solo su debilidad militar, su problema ha sido y sigue siendo, su debilidad en todas la formas relevantes de poder, incluido el poder de atracción, al menos, durante la Guerra Fría el comunismo soviético podía reivindicar un camino al paraíso en la tierra, sin embargo, después, Moscú no puede proveer ninguna ideología, ni seguridad, ni prosperidad, ni independencia a sus vecinos, solo ofrece nacionalismo ruso y ambición… la verdadera fuente de sus problemas son las limitaciones de la propia Rusia y las elecciones que han hecho al no aceptar las consecuencias de una lucha entre súper poderes que Moscú, legítimamente, perdió (Keagan. 2022)”. Adicionalmente, no puede pasarse por alto el hecho de que “el Presidente Vladimir Putin ha definido los intereses de su país en maneras que son incompatibles con los intereses de Estados Unidos-UE, ellos creen que la democracia, el imperio de la ley y la provisión de seguridad a los países de Europa Oriental generan estabilidad, Putin por otro lado, considera que la ampliación de la democracia es una amenaza a su régimen y considera que teniendo vecinos vulnerables, se fortalece la seguridad de Rusia (Goldgeier, 2021)”.  Estos hechos hacen que el problema con Rusia se derive no de una amenaza proveniente de los EEUU, sino de la falta de firmeza mostrada por los norteamericanos para enfrentar a Putin, quien durante años leyó con habilidad a los EEUU y sus aliados pero que ahora se equivocó al atacar Ucrania, pues desencadenó contra sí el masivo poder de las mayores potencias económicas del mundo. Desde la perspectiva norteamericana destacan que “Washington y Europa hicieron poco para contener el incremento de las capacidades militares de Putin e hicieron poco cuando él puso a prueba la resolución de Occidente, primero en Georgia (2008) y luego en Ucrania (2014), o cuando consolido su posición en Bielorrusia o cuando estableció una robusta presencia en Siria… ahora los americanos deben aprender, nuevamente, que es mejor contener las autocracias agresivas antes y no después de que han acumulado fuerza y el precio de detenerlas aumenta (Keagan. 2022)”.

En este marco general de la relación EEUU-Rusia, en primer lugar, los norteamericanos manifiestan de manera enfática, clara y reiterada, que no hubo ningún compromiso formal y por escrito de no ampliar la OTAN y que “Rusia ha disfrutado de niveles sin precedentes de seguridad en su flanco occidental, aun cuando la OTAN ha aceptado nuevos miembros del este; Moscú dio la bienvenida a lo que ha sido en muchos sentidos la adición más significativa a la alianza: Una Alemania reunificada (Keagan. 2022)”. Los estadounidenses plantean que, a su juicio, han sido sensibles frente a los intereses y preocupaciones rusas, a modo de ejemplo, James Goldiger, en su artículo para Foreign Affairs – “US – Russian relations will only get worse”, de abril 6 de 2021, menciona que el Presidente Bill Clinton informó al Presiente Boris Yeltsin, en septiembre de 1994, de sus planes de ampliar la OTAN y que le dijo: “Yo no quiero que usted crea que me levanto todas las mañanas pensado solamente en cómo hacer los países miembros del Pacto de Varsovia, miembros de la OTAN, así no es como yo veo las cosas; lo que yo pienso acerca de esto, es como utilizar la expansión de la OTAN para avanzar hacia el objetivo más amplio de la seguridad europea, la unidad y la integración, un objetivo que yo sé que usted comparte”. Adicionalmente, como muestra de esa buena voluntad, en la que se trataba a Rusia como un igual, se le dio asistencia financiera, se creó el Acta Fundacional OTAN-Rusia y se le invitó a participar en G7 creando el G8. Asimismo, los estadounidenses destacan que “por mucho años con posterioridad a 1989, las políticas de EEUU tuvieron por objetivo rescatar a Gorbachov, luego rescatar la Unión Soviética y luego rescatar al Presidente Boris Yeltsin… Washington no sentía gran apremio por expandir la OTAN hacia el este pero… las nerviosas poblaciones de Alemania Oriental, los bálticos, los polacos, los rumanos y los ucranianos vieron el fin de la Guerra Fría como la última fase de sus centenarias luchas [contra Rusia], para ellos la OTAN no era obsoleta y vieron en los Estados Unidos y en Europa Occidental la garantía para escapar a un largo pasado de opresión y sangre… temiendo que Rusia eventualmente retomara su centenario habito imperialista y buscara reclamar su área de influencia sobre los vecinos, estos Estados buscaron integrarse en el capitalismo de libre mercado de sus ricos vecinos occidentales (Keagan. 2022)”.

Desde el principio, el Presidente Bill Clinton dejó claro en diciembre de 1994, en Budapest, que “ningún país no miembro de la Alianza Atlántica podrá poner su veto a una apertura hacia los antiguos países del Pacto de Varsovia (Caracuel, 2004, pág.321)”, una posición que se mantiene hasta la actualidad[41]. Para EEUU y sus aliados, “la OTAN llevó a cabo su programa de reformas para adaptarse a nueva era estratégica siguiendo los planes previstos en las Cumbres de Londres (junio 1990), Roma (Noviembre 1991), Bruselas (enero 1994), Washington (abril 1999) y Praga (noviembre 1992)… [Allí] la OTAN ha planteado de forma muy original y singular sus relaciones con los países del este y otros Estados mediterráneos; así los vínculos OTAN-PECOS-Ucrania-Rusia y repúblicas centroasiáticas se han ido canalizando poco a poco y paso a paso (Caracuel, 2004, pág.321)”. Adicionalmente, “el dominio norteamericano sobre la seguridad europea a través de la OTAN se hizo necesario para mantener la paz en los inciertos días tras el fin de Guerra Fría, el estallido de la guerra en Yugoslavia exacerbó esos temores, alimentando la narrativa de que sin los Estados Unidos, el nacionalismo está esperando para desencadenarse y el conflicto surgiría en cualquier lugar de la región (Goldgeier, 2021)”, de allí que los Estados Unidos se convirtiera en la nación indispensable para el mundo, en la única súper potencia, el único polo de poder. Desde el punto de vista de los estadounidenses, hechos como “la ampliación de la OTAN, la guerra de Kosovo (1999), el retiro unilateral del Tratado Anti Misiles Balísticos (2002), la guerra de Irak (2003) o el apoyo entre 2003-2005 a las revoluciones de colores en Georgia, Kirguistán y Ucrania, fueron políticas discretas, los oficiales de EEUU no se veían dañando los intereses rusos, se veían fomentando la democracia y el imperio de la ley a través de Europa Oriental, protegiendo a los kosovares del brutal régimen de Milosevic, defendiendo a EEUU o sus aliados de la amenaza de los misiles balísticos iraníes, eliminando la posible amenaza de que el presidente iraquí, Saddam, Hussein, pudiera amenazar el mundo con armas de destrucción masiva y apoyando a los movimientos reformadores que desean construir democracia en Estados frágiles (Goldgeier, 2021)”, no se buscaba debilitar a Rusia, recalcando también que las revoluciones de colores u otros levantamientos populares, son fenómenos internos en los que EEUU no tuvo participación.

Específicamente frente a Ucrania y pese a que “Yeltsin había advertido a Clinton de que no aceptara a Ucrania como miembro de la OTAN y buscó un acuerdo privado que EEUU no quiso (Goldgeier, 2021)”, al tiempo que “Putin le dijo al Presidente George W. Bush en 2008 que Ucrania no era simplemente un país” (Goldgeier, 2021) y que el Embajador de EEUU en Rusia – William Burns advirtió en 2008 a sus superiores en Washington que “la entrada de Ucrania en la OTAN es las más importante de todas las líneas rojas para las elites rusas, no solo Putin (Goldgeier, 2021)”, así como la oposición de Francia y Alemania en ese momento a ofrecer a Georgia y Ucrania cualquier Plan de Membresía, “los Estados Unidos seguían convencidos, como Clinton lo había argumentado a Yeltsin en 1994, que la expansión de las instituciones occidentales ofrecería mucha de la necesitada estabilidad y seguridad para los países de Europa Oriental (Goldgeier, 2021)”. Aunque EEUU y Rusia tuvieron un reinicio de relaciones con el Presidente Obama, quien bajo el perfil al ingreso Ucrania-Georgia, así como al escudo antimisiles y lograron trabajar en varios temas[42], el curso que tomaron los acontecimientos en Libia, Siria y con las Primaveras Árabes, terminaron acentuando los temores mutuos. Adicionalmente, cuando el Vicepresidente de los EEUU, Joe Biden, en abril de 2014, se reunió con los legisladores ucranianos y les dijo que <<esta es una segunda oportunidad para hacer un mejor trabajo frente a la promesa original hecha a la Revolución Naranja>>, mientras que el director de la CIA, [John Brennan], quien visitó Kiev el mismo mes en un viaje de la Casa Blanca manifestando su objetivo de mejorar la cooperación en seguridad con el gobierno ucraniano (Mearsheimer. 2014)”; se terminó enviando un mensaje que puso de manifiesto la voluntad americana de no ceder nada ante Moscú, en tierras ucranianas.

Asimismo, hay un aspecto vital para los norteamericanos que dañó irremediablemente las relaciones con Rusia, siendo este, el injustificado ataque de los rusos a la democracia estadounidense, interfiriendo en las elecciones presidenciales de 2016 para evitar el triunfo de la demócrata Hilary Clinton. En este sentido, no fue EEUU quien intervino en las elecciones rusas de 2011, sino Rusia quien atentó contra el proceso democrático estadounidense, un hecho que llevó a la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos a realizar una extensa investigación que concluyó que gobierno ruso interfirió el proceso electoral durante las elecciones presidenciales de EEUU.​ De acuerdo con el informe “Evaluación de las actividades e intenciones rusas en las elecciones estadounidenses recientes[43]” (Enero 2017), el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ordenó una campaña de influencia en la selecciones norteamericanas que tenía como objetivos: 1) Denigrar a Hillary Clinton, 2) Minar la fe pública en el proceso democrático de Estados Unidos, y 3) Perjudicar las probabilidades de Clinton de ser electa presidenta desarrollando una clara preferencia por quien fue electo, Trump. Además de estos objetivos, para muchos sectores de la opinión pública, el partido demócrata y el gobierno federal, la interferencia rusa contribuyó a exacerbar la polarización sociopolítica interna, llevó al poder a un hombre tan cuestionable como Donald Trump y debilitó el proceso democrático de los EEUU tal como se evidenció durante las muchas protestas que asolaron el país durante su presidencia (2017-2021), el desconocimiento de la victoria de Joe Biden o con los fatídicos hechos del Asalto al Capitolio estadounidense (Enero 6-2021).

En ese sentido, no debe olvidarse que de los dos juicios de destitución (Impeachment) que se impulsaron contra Trump, el primero de ellos (Septiembre 2019 – febrero 2020) fue producto de una denuncia que acusaba al Presidente Trump de haber presionado a líderes de Ucrania para que investigaran los negocios, actividades económicas y empresariales del exvicepresidente y candidato presidencial Joe Biden y su hijo Hunter, en Ucrania. Estos hechos, así como los mencionados en el párrafo anterior, son relevantes porque en la historia de los EEUU como potencia, nadie había realizado un ataque de tal magnitud contra la esencia de la nación norteamericana y su sistema sociopolítico, ningún adversario había sido tan osado, nadie se había atrevido a tanto, ningún enemigo había llegado tan lejos. Por ello, en marzo de 2021 el Presidente Biden, en entrevista para ABC con el Presentador George Stephanopoulos enfatizó que haría pagar a Vladimir Putin por la injerencia en las elecciones, mientras reconocía, ante una pregunta del entrevistador, que consideraba [A Putin] un asesino. Palabras que muestran que lo que ocurre en Ucrania va mucho más allá de dicho país, poniendo de manifiesto también el intenso rencor que domina la interlocución entre los dos líderes[44] y ciertos sectores políticos en sus países.

Finalmente, hay otros dos aspectos que han corroído las relaciones entre EEUU-Rusia, siendo por un lado los acuerdos de armas que los norteamericanos consideran han sido violados por Rusia, especialmente el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF de 1987), que estableció la destrucción y prohibición de todos los misiles terrestres, balísticos o de crucero, con capacidad para portar cabezas nucleares y convencionales con alcances comprendidos entre 500 y 5.500 kilómetros, que fue trasgredido por los rusos al desarrollar el misil de crucero “Novator 9M729 (Designación OTAN SSC-8)”, que podría alcanzar objetivos críticos para la defensa de la OTAN. Por otro lado, está la figura de Vladimir Putin que para los norteamericanos es el origen de todos los males, fatalidades y problemas, pues contradice los valores progresistas de occidente, siendo un hombre que Biden calificó en su discurso del Estado de la Unión (Marzo 2022) como alguien que trató de sacudir los cimientos del mundo libre y de extinguir el amor por la libertad, estando rodeado por un entorno corrupto y violento, Putin es la encarnación de la autocracia que desafía las democracias. Los norteamericanos y en mayor medida los “europeos estaban convencidos de que la geopolítica nunca más importaría en Europa ya que todo lo que incluye el orden liberal podría mantener la paz en Europa… la visión liberal del mundo es aceptada como dogma entre los oficiales de los EEUU… Como lo mencionó el Secretario de Estado John Kerry, <<en el Siglo XXI no puedes creer en un curso de acción del siglo XIX como invadir otro país bajo ningún pretexto>> (Mearsheimer. 2014)”, sin embargo, sonriente, Clío, la musa de la historia, vio nuevamente como los hechos fueron en otra dirección… La dirección habitual.    

Conclusiones – Un sistema internacional que regresa al futuro: El retorno de la antigüedad, la política de los guerreros

Una breve aproximación sistémica a la guerra en Ucrania, como la esbozada aquí, evidencia como en dos décadas las partes incurrieron en sesgos de confirmación, errores de representatividad, falacias lógicas o correlaciones espurias, mostrando también que esta confrontación va mucho más allá de los ucranianos, siendo en sí misma una consecuencia de la acumulación de las tensiones, desconfianzas y temores, unos más comprensibles que otros, que se cimentaron en el núcleo de las relaciones entre Rusia – EEUU/UE. Para Rusia, la densa interconexión que se creó producto de los intentos para desestabilizar a Moscú y países del espacio exsoviético mediante acciones hibridas, así como el comportamiento de EEUU en otros escenarios del sistema internacional (Irak, Libia o Siria, entre otros) que terminaron vulnerando sus intereses y la continua expansión de la OTAN (Que es vista como una espada de la política exterior norteamericana, más no como un escudo de la UE-EEUU) sobre las fronteras rusas; crearon una coyuntura critica en la que se configuró para ellos una amenaza existencial y un temor creciente, que los llevó a usar la fuerza militar para hacer una última resistencia en defensa de su seguridad y de las minorías rusas en Ucrania, así como en pro de un sistema internacional multipolar, contrapuesto al sistema unipolar que Rusia observa en este momento.

Para los Estados Unidos, la interconexión creada producto de la interferencia rusa en su sacro proceso democrático, su voluntad de continuar expandiendo la OTAN hacia el este buscando que Ucrania se vuelva una democracia pronorteamericana, las agresiones rusas (Georgia – Crimea – Ucrania) que vulneraron la seguridad europea, el convencimiento de que Rusia es una potencia derrotada, además de pobre, que exige más de lo que su fuerza real le permite demandar, así como la naturaleza agresiva, autoritaria e imperialista de Putin, crearon para los norteamericanos una amenaza a sus aliados europeos, la libertad y la democracia mundial, así como al orden liberal. Para los estadounidenses, cualquier argumento a favor de Rusia, es obra de la desinformación o la propaganda rusa, resaltando “que una pequeña minoría de la izquierda en los EEUU está tan obsesionada con su desprecio por el imperialismo estadounidense, que sugiere que Rusia está justificada al considerar que una Ucrania alineada con Occidente, es una afrenta a su seguridad (Levitz. 2022)”. Es interesante ver que para los EEUU, la acumulación sistémica de tensiones a lo largo de más de dos décadas no tiene mayor peso en sus reflexiones, siendo también poco relevantes las interconexiones entre otros escenarios del sistema internacional en la dinámica de la relación Rusia – EEUU/UE. Para ellos, cualquier uso de la fuerza por parte de los rusos es irrazonable, poco civilizado y un comportamiento propio de un pasado atávico que ya había quedado atrás, Rusia es un actor imperialista que debe ser castigado y al que harán pagar.

Sin embargo, aunque es claro que Rusia afronta toda la responsabilidad de ser el agresor, es equivocado plantear como lo hacen EEUU/UE, que al no haber habido un ataque militar directo contra Rusia, no se había configurado ninguna amenaza para el país. En este momento, tras revisar los hechos en las últimas dos décadas, se pone de manifiesto que sí existió una estrategia para debilitar o marginar a Rusia por parte de los norteamericanos, que en líneas generales se concibió desde medidos de los noventa, tomó un fatídico impulso con la decisión del ampliar la OTAN a Ucrania – Georgia (2008) y que sentó las bases de la actual guerra tras los acontecimientos de 2014, en Ucrania. De forma comprensible, al ser Rusia una potencia nuclear, las acciones de los norteamericanos se caracterizaron por ser opacas, asimétricas, ambivalentes e indirectas, pero no por ello dejaron de ser intrínsecamente conflictivas, tan conflictivas en la actualidad como lo han sido en otros momentos de la historia de las relaciones de los rusos con sus vecinos europeos. Ese curso de acción de los estadounidenses no debe extrañarnos en lo más mínimo, pues con él, los norteamericanos siguen el mismo curso de acción que tomó la República Romana frente a Cartago, en el sentido de que tras una larga y onerosa guerra (Guerra Fría 1947-1991) se tomó la decisión de evitar que los rusos puedan volver a ser un competidor o amenaza en cualquier sentido, deseando los estadounidenses que Moscú sea un actor del sistema internacional, independiente, pero bajo los términos definidos por los Estados Unidos. Con ello, los EEUU siguen, en algunos aspectos, el ejemplo de Roma que solo toleró una Cartago resurgida tras las tres guerras púnicas[45] como un actor subordinado, en un rol secundario, que existía bajo las reglas, términos y condiciones de los romanos, un contexto bajo el cual pudieron resurgir, prosperar y crecer.

En este punto es llamativa la posición de la Unión Europea, especialmente del Eje franco-alemán, quienes podrían haber ido más allá de los justificados y muy comprensibles temores de los países de Europa Oriental frente a Rusia debido a las profundas e incuradas heridas del periodo soviético y prever que servida la manzana de la discordia (Ucrania), Eris se sentaría a la mesa para ser seguida con prontitud por Deimos, Fobos, Enio y claro, el aterrador Ares. Eran las competentes burocracias exteriores de estos países las llamadas tener un rol central al momento de enfrentar la acumulación sistémica de tensiones, pues Europa, con más de dos mil años de historia político-militar, era quien podían tener más claro que cuatro meses de frenéticas negociaciones de ninguna forma iban a contrarrestar la acumulación sistémica de tensiones de los 25 años anteriores. Estados Unidos, no estaba en posición para encabezar este proceso pues su política exterior arrastra los terribles e insolubles errores cometidos en Afganistán[46], Irak, Siria o Libia, al tiempo que suelen fallar al momento de tener una visión equilibrada de los procesos históricos, estando en este momento en una situación frenética e irreflexiva debido al vertiginoso ascenso de China. En ese sentido y tal como lo mencionó jocosamente, en 2018, el historiador Niall Ferguson[47] durante una conferencia sobre las raíces de la actual polarización política, “es una típica respuesta norteamericana que cualquier cosa que haya pasado antes de la historia de los Estados Unidos, es irrelevante para Estados Unidos y en eso, se equivocan”, siendo común encontrar una larga lista de causticas recriminaciones mutuas entre Rusia y EEUU.

En la interlocución entre las dos potencias se suele encontrar que si se reprocha a Moscú por Ucrania, a los norteamericanos y sus aliados se les suelen recordar Irak, Siria, Libia o Kosovo. Si se cuestiona al Kremlin por sus atentados frente a la libertad no pocos hacen mención la situación de Julián Assange, Edwad Snowden o Chelsea Manning. Si el tema en disputa es que Rusia actúa por fuera de las reglas del sistema internacional, le tienden a recordar a la Casa Blanca la forma en que se actuó en escenarios como Kosovo, Irak o Siria. Si la cuestión es que Rusia cambia el statu quo de las fronteras de otro Estado usando la fuerza militar, los más acérrimos críticos de Washington le señalan Kosovo, los Altos del Golán, la situación de Cisjordania o la presencia tropas estadounidenses en el noreste de Siria. Si el punto álgido es el supremo valor de la democracia y la libre determinación de los pueblos que Moscú vulnera, le señalan a los norteamericanos el fiasco de las primaveras árabes, el lamentable estado de su propia democracia, la estrecha relación con la monarquía saudí o el desastroso resultado alcanzado en Afganistán. Si el problema son las violaciones de derechos humanos por parte de Rusia, suelen recordar a los norteamericanos las torturas, los secuestros o las detenciones ilegales en el marco de la lucha contra el terrorismo, así como Irak, Abu Ghraib, Guantánamo, el uso de drones en la frontera entre Afganistán – Pakistán o alguna de las tantas operaciones encubiertas o de fuerzas especiales especiales realizadas en diversos países del mundo, cuya verdad descansa en los inescrutables archivos de las organizaciones de inteligencia o las instancias operativas de las FFMM… Y la lista podría continuar.

Estas recriminaciones no deben sorprendernos, los Estados son “Monstros Fríos” y es normal que en su política exterior, las potencias, lleven a cabo reiteradamente acciones que de manera abierta o encubierta van en contravía de los valores, principios o políticas que públicamente defienden e impulsan. Sin embargo, hay algo interesante en los reproches y es que reflejan el hecho de que en los últimos 25 años y con mayor fuerza, en el marco de la guerra global contra el terrorismo, las reglas del orden liberal que promueven los norteamericanos y que en principio rigen el sistema internacional se han resquebrajado, más de lo habitual. En el marco conceptual de este escrito se mencionó que las funciones de un sistema no se expresan verbalmente, no están escritas o expresadas de forma explícita, no están en la retórica o los propósitos visibles, las reglas del sistema se infieren de su funcionamiento, siendo por ello necesario observar por un tiempo como se comporta para poder identificar sus verdaderas reglas. Bajo este marco se evidencia que el orden internacional liberal, que para EEUU está en juego en Ucrania y que está basado en regímenes, en unas normas compartidas, en unas reglas fundamentales, en tratados que limitan o regulan el ejercicio del poder y en acuerdos, así como en principios e instituciones que abordan los diversos temas del sistema internacional, está debilitado.

Al observar durante más de dos décadas el comportamiento del sistema que surgió tras el fin de la Guerra Fría, emerge la pregunta sobre ¿Cuáles son las reglas de juego en el sistema internacional?, ¿cuál es/son su(s) propósito(s)? pues se pone de manifiesto que los actores de mayor fuerza en el sistema pueden transgredir o utilizar a su conveniencia las reglas que ellos mismos han consensuado en diferentes ámbitos, pero al mismo tiempo exigen el respeto por las reglas y castigan a cualquier otro actor que actúa contra ellas. Al ser EEUU el actor principal, su comportamiento es el que más influye en el funcionamiento del sistema, en su memoria y en los tipos de interacciones que se privilegian ¿Es suficiente el cambio de presidente en EEUU, algunos cáusticos editoriales del New York Times o el Washington Post, así como la coyuntural indignación mediática de algunos actores para estabilizar el sistema después de haber vulnerado sus reglas? La respuesta, categórica, es: no, todos los elementos en el sistema internacional están delicadamente interconectados, los sistemas tienen su historia y las dinámicas de cambio sistémico[48] requieren de acciones diferentes para volver a estabilizarlos, de otra forma, los errores se acumulan, el resentimiento crece, la desconfianza se acrecienta, los sistemas/subsistemas se reorganizan, responden a los eventos, se recuperan de daños, se ponen en marcha para alcanzar sus objetivos y los actores reaccionan, no pocas veces, de forma indeseable.

Un sistema internacional que funciona como el actual, más allá de la exaltación retórica, mediática, académica o coyuntural de sus reglas, así como de sus valores inherentes, es un sistema en extremo volátil, que está en constante oscilación, convulsionado, debido al tipo de interacciones que se ha privilegiado en las últimas décadas. Esto ha hecho que el sistema tienda, como lo hace muchas veces, a basar cada vez más su funcionamiento en la fuerza, es el regreso a la imperecedera selva hobbesiana, es el retorno de la antigüedad, es la política de los guerreros. La historia ha enseñado que los imperios, reinos o Estados definen reglas de juego que por muy diversas razones luego desconocen o rompen, lo que lleva a inestabilidad o brutales guerras externas e internas, sin embargo, la estabilidad del sistema tiende a ser posible cuando las potencias, pese a sus insalvables contradicciones, tratan de respetar dos criterios. En primer lugar, siempre ha sido vital el tema de la seguridad en sus fronteras, pues así como los norteamericanos no estaban dispuestos a tolerar que el Káiser Guillermo II desplegase sus soldados en México durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) pese a que no existía ninguna probabilidad de que ello ocurriera (Telegrama Zimmermann – Enero de 1917), ni iban tolerar misiles soviéticos en Cuba (Crisis de octubre de 1962); al tiempo que la Unión Europea se siente intranquila con la creciente presencia económica de China en los Balcanes y los chinos se sienten alarmados con el creciente apoyo o presencia de las fuerzas norteamericanas en Taiwán, tampoco Rusia está dispuesta a aceptar el aumento de la presencia de los norteamericanos en Ucrania. En ese sentido, no se puede olvidar que las potencias son como los leones, claro que pueden vivir en paz, pero para ello, deben saber conservar las distancias.

En segundo lugar, para las potencias es medular el hecho de que no interfieran en sus dinámicas internas, especialmente las de carácter social, cultural o político, ya que esto no solo vulnera el principio de soberanía de los Estados, sino que es una fuente inagotable de odios, temores, conflictos e inestabilidad. Es innegable que en función de sus intereses, las potencias tienden a presionar, constreñir, interferir e influenciar a los Estados más débiles, utilizando todo tipo de herramientas que pueden ir desde lo más sutil y políticamente correcto, hasta los habituales instrumentos de coerción dura. Sin embargo, que una potencia interfiera de manera abierta o encubierta en los asuntos internos de otra potencia, es una línea roja en extremo peligrosa de cruzar, pues es invitar a la mesa al siniestro sequito de Ares, es un llamado a la guerra. En las últimas décadas, estas dos reglas, que son importantes para la estabilidad del sistema internacional y que permiten contar con bases sólidas para generar acuerdos o compromisos en otros temas, han sido desconocidas y vulneradas de manera sistemática, bien sea de forma accidental o planificada, generando en los actores involucrados una creciente hostilidad, desconfianza e incertidumbre, que los alejan de las salidas negociadas, inflexibiliza sus posiciones y los lleva a la confrontación. En este momento los EEUU-UE están seguros de que con su fuerza económica, el apoyo técnico-militar brindado a los ucranianos, las implacables sanciones impuestas a la economía rusa, los muchos problemas vistos en el desempeño de las fuerzas militares rusas y una buena dosis de paciencia estratégica para tolerar los costos socioeconómicos que están padeciendo; lograran poner de rodillas a Rusia para hacerla morder definitivamente el polvo.

Aunque los ucranianos sufren un daño atroz e inmisericorde en el corto plazo, Estados Unidos y sus aliados prometieron que los ayudará en la reconstrucción, al tiempo que trabajan para debilitar a los rusos de manera decisiva en términos económicos, militares, sociales y políticos en el mediano – largo plazo, con lo que esperan que Rusia deje de ser un actor prominente en el futuro, buscando que se vuelva un actor secundario del sistema e incapaz de llevar a cabo cualquier acción militar en su perímetro fronterizo o en el extranjero. Bien sea que Occidente se imponga logrando la derrota estratégica de Rusia, que los rusos logren una gravosa victoria o crear un escenario de estancamiento que lleve a una negociación favorable, en este proceso se tendrá que enfrentaran una situación paradójica, pues una victoria occidental, bien sea por la derrota de las fuerzas militares rusas, el colapso económico del país, el hundimiento de los rusos bajo la revolución social o el asesinato/remoción de Putin del poder; reforzará el funcionamiento del sistema a partir de interacciones ajenas al orden internacional liberal, un escenario que, aunque con menos fuerza debido a su menor peso en el sistema, también se podría dar en caso de la victoria de Rusia. Los estadounidenses y sus aliados confían en que se podrá celebrar una victoria sobre Rusia, se anunciará la reconstrucción de Ucrania y se le enviará un mensaje decisivo a China, al tiempo que se proclamará el surgimiento de una nueva arquitectura de seguridad europea y un nuevo sistema internacional, pero los sistemas se ríen de nosotros, pues será un sistema en el que se habrán reforzado las antiguas lógicas de fuerza en su funcionamiento, las lógicas que siempre se han visto desde la Guerra del Peloponeso o el periodo de los Estados Guerreros en China. Es prudente no olvidar que aún existen muchas probabilidades de que la guerra se escale (En los escenarios más extremos se contempla un intercambio nuclear[49]), adquiriendo un alcance mucho más desestabilizador y destructivo, no solo por lo que pueda pasar en Ucrania[50].

Para la extraordinaria nación norteamericana, debido a la ventaja que les da el titánico peso de su economía, el liderazgo indiscutible que ejercen en la IV Revolución Industrial y el ser el actor de mayor peso en un sistema internacional que responde a sus visiones, propósitos e intereses, así como el hecho de librar guerras a miles de kilómetros de sus fronteras, confrontaciones en las que ni sus ciudades, ni sus ciudadanos, ni su infraestructura, ni sus centros de poder se ven alcanzados por la destrucción que causa la marcha de los ejércitos; no existen incentivos para reflexionar con rigor o profundidad sobre las reglas que han venido soportando el funcionamiento del sistema internacional en los últimos veinticinco años o de las que se requerirán a futuro. En especial para lograr un sistema, que pese a sus inevitables contradicciones, pueda ser más estable, que sea capaz de regular mejor el uso de la fuerza y de afrontar los arduos desafíos globales de un mundo cada vez más complejo e interconectado, pero es claro que alguien deberá hacerlo si se quiere enfrentar de forma más eficaz las inevitables crisis que nos esperan. George Kennan, con cuyas reflexiones se abrió el presente texto, en su libro, “Al final de un siglo: Reflexiones 1982-1995”, dedicó unas breves páginas a la división eslava de la Biblioteca Pública de Nueva York, allí mencionó que: “El amor por la cultura rusa es algo muy poderoso y muy singular, ese amor unía en aquellos días, como une todavía, a personas de inclinaciones ideológicas y políticas muy diversas y a menudo contrapuestas, también unía a los numerosos visitantes rusos con nosotros, los estadounidenses, que acudíamos a compartir su dedicación en número reducido pero siempre creciente… La biblioteca proveía y ha continuado proveyendo una especie curiosa de paraíso: Un paraíso de tranquilidad y decoro, de entendimiento, simpatía y apoyo sin palabras, y un paraíso de reverencia compartida por la historia grande y trágica, e inmensamente dramática y conmovedora del pueblo ruso y de los otros pueblos eslavos y bálticos (Kennan. 1996, Pág.337-339)”, un genial recordatorio de la trascendental importancia de la perspectiva histórica, fundamental para lograr una mejor comprensión de los sistemas, del sistema internacional y de la guerra en Ucrania, como un sistema social complejo.

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Notas al pie

[1] Bonnie Kristian, en su artículo para el New York Times, del 21 de junio de 2022 – “¿De verdad Estados Unidos no está en guerra en Ucrania?”, plantea que el Presidente Biden puede estar siguiendo el camino de otros presidentes estadounidenses que no querían involucrarse en una guerra, pero terminaron haciéndolo. Lo anterior, debido a que la ayuda norteamericana, en dinero, equipos e inteligencia, le ha permitido a Ucrania dar de baja varios generales rusos, hundir uno de sus buques de guerra (El Moscú – Buque insignia de la Flota del Mar Negro) y atacar infraestructura estratégica de Rusia, planteando que si cualquier otro país del mundo hiciera eso a los Estados Unidos, ya se estaría en guerra, siendo lo visto hasta ahora un esfuerzo por no llamar a la guerra entre EEUU y Rusia, por su nombre. Desde el lado ruso, también ha habido académicos y formadores de opinión que han manifestado estar en guerra con Occidente, tal y como lo hizo Sergei Karaganov, en su artículo par la RIAC “We are at war with the West. The european security order is illegitimate”, de abril de 2022.

[2] Aunque no hay un total consenso conceptual sobre lo que es un análisis estratégico y uno de coyuntura, existiendo muy diversas aproximaciones y definiciones al respecto, por lo general, el primero de ellos tiende a asociarse con un proceso metodológico en el que se busca estudiar las diferentes variables (Sociales, económicas, políticas, históricas, culturales, geopolíticas, individuales, etc) que inciden en la evolución de un escenario, siendo necesario para su realización la consecución de datos e información pasada y presente, que se estudia, revisa y correlaciona con el fin de servir de base para una comprensión global del contexto, así como para acercarse al futuro, al largo plazo, a lo que puede suceder posteriormente en el escenario, siendo ese largo plazo el elemento más destacado. Por otro lado, los análisis de coyuntura son un proceso metodológico, de carácter sistemático y crítico, que permite la comprensión de la realidad de las estructuras sociales en sus rasgos más cotidianos y dinámicos, a través de diferentes variables, factores, elementos o situaciones presentes y/o pasadas, en un momento concreto de duración breve que ha sido definido como objeto de estudio, contribuyendo a la comprensión precisa de ese momento específico, siendo este tipo de estudios considerados la forma más compleja del análisis político.

[3] De acuerdo con el trabajo de Steven Schuster – El arte de pensar en sistemas (2018), se pueden identificar seis formas de pensar, siendo estas: 1) Pensamiento lineal: Es el más extendido en nuestras vidas y se limita a identificar una causa y un efecto, lo que lleva a identificar un problema y una solución, un principio y un final. 2) Pensamiento orientado a eventos: Va un poco más allá del pensamiento lineal al considerar que la vida está hecha por una serie de eventos, siendo un evento algo que pasa por una causa y si cambiamos la causa, el evento también cambia. Nuestros cerebros están orientados a eventos siendo este el fundamento de la lógica. 3) Pensamiento lateral: Fue planteado por Edward de Bono (1967). Busca la resolución de problemas de manera indirecta y con un enfoque creativo, con el fin de generar ideas que van más allá de los patrones habituales con los que típicamente se han pensado, produciendo ideas nuevas e innovadoras. 4) Pensamiento crítico: Se busca analizar los hechos de manera objetiva con el fin de alcanzar una conclusión, esto implica pensar sobre la forma en la que se está pesando y en como eso se refleja en la forma en la que se está llegando a las conclusiones, con el fin de evitar sesgos y mejorar la calidad de los conocimientos. 5) Pensamiento sistémico: Es la forma más compleja de pensar ya que implica ver las cosas como un grupo de elementos densamente interconectados que trabajan juntos con un propósito o función común. Los sistemas exhiben ciertas características y patrones de comportamiento, cuando una parte del sistema cambia, todos los otros componentes del sistema se pueden ver impactados, por lo que se requiere del entendimiento de los elementos que conforman el sistema, sus interconexiones y sus funciones o propósitos.

[4] David Peter Stroh, en su libro “Pensamiento sistémico para el cambio social”, cita que Donella Meadows definió que “un sistema social es la manifestación externa de los patrones culturales de pensamiento y de profundas necesidades humanas, emociones, fortalezas y debilidades… los sistemas sociales no se cambian por dictado o simplemente introduciendo algunas buenas ideas… la efectividad como agentes del cambio social está impactada por nuestras propias capacidades y carácter, así como por las múltiples dimensiones de la experiencia humana que buscamos influenciar (Peter, 2015. Pág. 206)”.  

[5] Aquí planteo que entender la guerra como un “Sistema Social Complejo” implica concebir esta milenaria actividad humana como un acto de fuerza, de violencia colectiva y organizada, que según su contexto varía en alcance y magnitud, pero que de manera constante se ha originado y llevado a cabo gracias a la dinámica interconexión entre variables/subvariables sociales, culturales, políticas, económicas e idiosincráticas, así como al azar y la naturaleza humana, con el propósito de alcanzar uno o varios objetivos considerados como socialmente relevantes. Al revisar diversas definiciones sobre la guerra en sus respectivos contextos, se pone de manifiesto una constante en su naturaleza, algo que siempre ha estado presente en sus causas, desarrollo o consecuencias y que no es la política sino la complejidad, pues las sociedades humanas, entre otras razones, se organizan políticamente para enfrentar un mundo crecientemente complejo, sus problemas y desafíos. Esta constante que se avizora en la guerra está cimentada en el hecho de que es una actividad extraordinariamente complicada, debido a la formidable cantidad de variables que pueden llegar a confluir en ella, una situación esencialmente sistémica, identificable en todo tipo de conflictos que pueden abordar desde el periodo de los Estados Guerreros en China (476.AC-221.AC), la Guerra del Peloponeso (431.AC-404.AC), las Guerras Púnicas (264.AC-146.AC), las guerras de unificación del Japón (1568-1600), la guerra de los treinta años (1618-1648), las guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), la Guerra de Vietnam (1965-1973) o la invasión soviética de Afganistán (1979-1989). Al empezar a ver la guerra de forma sistémica se facilita, en cierta medida, el entendimiento de aspectos como: El particular curso de acción que toman las confrontaciones, las dificultades que se enfrenta para vislumbrar sus causas, el tipo de guerra que se libra, la forma en la que efectivamente se combate, la duración de la guerra, las consecuencias indeseadas de las mismas y los impactos que causan sobre las sociedades, los gobiernos, la economía o las tácticas – estrategias militares. Bajo esta óptica empiezan a ser más comprensibles las formas en las que se saturan los sistemas sociales, el sistema internacional o los sistemas políticos, que terminan abocados a una guerra a partir de la profunda y no pocas veces desconcertante interconexión que existe entre las sociedades, los gobiernos, la economía, la geopolítica, la tecnología, el liderazgo, las capacidades de organización y el tipo de guerra que se decide poner en marcha en un determinado contexto histórico – cultural. Desarrollar y conservar la habilidad para entender la guerra como un sistema social complejo es un proceso difícil de llevar a cabo debido a que la comprensión de las sociedades y sus diversas interacciones con otros elementos internos, externos o de contexto puede llegar a ser una quimera, debido tanto a nuestras limitaciones cognitivas, como a la  incapacidad para entender la complejidad de los sistemas, aunque los grandes comandantes de la historia, sobre las firmes bases del pensamiento estratégico, siempre han tenido la capacidad de entender la guerra de esta forma. La guerra, como “Sistema Social Complejo”, también es un firme recordatorio de los límites de la racionalidad humana, así como de la eterna dificultad que enfrentan individuos y colectividades falibles para llevar a cabo planes concebidos como perfectos para la guerra o la paz. La innegable e irrefrenable tendencia humana hacia el conflicto lleva a tener que aprender las mismas lecciones de la historia una y otra vez, siendo las miles de guerras que han marcado la historia del funcionamiento del sistema internacional, un recordatorio de ese hecho, así como de las numerosas limitaciones humanas frente a los sistemas complejos que las sociedades o gobiernos crean, y en los que siempre están inmersos.

[6] De acuerdo con Klaus Schwab y su libro “La cuarta revolución industrial (2016)”, la actual revolución tecnológica, está cambiando de manera fundamental la forma de vivir, trabajar e interrelacionarnos. Aunque el término ya había sido utilizado en 1940 por Albert Carr para referirse al impacto de las comunicaciones modernas, así como en 1948 para referirse a la era atómica, en 1955 a la electrónica, en 1970 a la computación o en 1984 a la era de la información. En la acepción propuesta por Schwab se hace referencia a los nuevos desarrollos tecnológicos que apalancados en la digitalización y las tecnologías de la información, impulsan un proceso que no se parece a nada que la humanidad haya experimentado antes, especialmente en términos de velocidad, magnitud, alcance e impacto. La IV Revolución industrial está generando un proceso de inflexión al fomentar y amplificar la fusión e hiperconexión de tecnologías físicas, digitales y biológicas.     

[7] Tal y como lo presentan Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, en su libro “La transformación de la mente moderna: Cómo la buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso” de 2019 (Capítulo 2 – La falsedad del razonamiento emocional), el pensamiento emocional es una distorsión cognitiva cada vez más común, que se empezó a percibir con creciente frecuencia en los campus estadounidenses y que se define como “dejar que tus sentimientos guíen tu interpretación de la realidad… Cuando lees este tipo de distorsiones (Los autores analizan nueve), es fácil ver cómo alguien que habitualmente piensa de esa manera puede desarrollar esquemas que giran en torno a creencias básicas maladaptativas que interfieren con las interpretaciones realistas y adaptativas de las situaciones sociales (Haidt & Lukianoff. Pág. 2019. Pág. 68-69)”.

[8] Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, en su libro “La transformación de la mente moderna: Cómo la buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso”, de 2019 (Capítulo 3 – La falsedad de nosotros contra ellos: La vida es una batalla entre las buenas personas y las malvadas), reflexionan sobre el hecho de que la mente humana evolucionó para vivir en tribus que se enfrentaban en conflictos frecuentes y a menudo violentos, nuestra mente moderna divide inmediatamente el mundo entre <<nosotros>> y <<ellos>>, siendo la política identitaria del enemigo común una herramienta con la que se intenta formar una coalición, utilizando la psicología reflejada en el proverbio beduino: “Yo contra mis hermanos. Yo y mis hermanos contra mis primos. Yo y mis hermanos y mis primos, contra el mundo”. Aunque este tipo de comportamiento históricamente ha sido habitual en cualquier guerra, Haidt y  Lukianoff en sus análisis de la academia estadounidense, mencionan que el auge de las redes sociales y el anonimato que generan, fomenta la desindividualización, la pérdida del sentido individual del yo, lo que reduce la moderación y lo que acrecienta el siempre presente problema del dogmatismo, el pensamiento de grupo, la mentalidad de cruzada y el antintelectualismo, dividiendo al mundo en creyentes y paganos, en justos e injustos. Este enfoque, extrapolado a la guerra, tiende a llevar a escenarios en los que se puede presentar al agresor como una entidad malevolente, corrupta e indigna que ataca sin justificación alguna, puede crear la ficción de tener un efecto (La agresión), sin unas causas, haciendo desaparecer las oportunidades para una cooperación real sobre problemas muy graves pero potencialmente solucionables. Esta visión, impulsa el escalamiento y la degradación de los conflictos, dejando la solución a los terribles resultados que se obtengan en los campos de batalla.  

[9] Siguiendo trabajos como los de Donella Meadows en su libro “Pensar Sistémico” o David Peter Stroh en su libro “Pensamiento sistémico para el cambio social”, el pensamiento sistémico es la forma más compleja de pensar ya que implica ver las cosas como un grupo de elementos densamente interconectados que trabajan juntos con un propósito o función común. Los sistemas exhiben características específicas y patrones de comportamiento, cuando una parte del sistema cambia, todos los otros componentes del sistema se pueden ver afectados de muy diversas formas, por lo que se requiere del entendimiento de los elementos que conforman el sistema, sus interconexiones y sus funciones o propósitos, para entender el comportamiento del escenario o para poder cambiarlo.

[10] David Peter Stroh, en su libro “Pensamiento sistémico para el cambio social” (Capítulo 6 – Construyendo las bases del cambio), páginas 79 a 85, explica la importancia de diferenciar en los análisis sistémicos entre dos tipos de agenda. Por un lado está la agenda con los objetivos o “Propósitos visibles” que es la forma en la que públicamente, de forma visible, se dice que se entiende y se va a enfrentar un problema. Por otro lado está la agenda con las “Prioridades ocultas”, que son aquellos objetivos o aspectos tratados en privado con los que busco optimizar mis ganancias en el sistema, siendo aquellos aspectos que verdaderamente están detrás de las motivaciones, acciones y comportamiento del escenario. Este enfoque que es de la mayor utilidad para el análisis de cualquier escenario en el sistema internacional, ya que es normal que los gobierno manejen este tipo de propósitos y prioridades. 

[11] Donella Meadows en su libro “Pensar sistémico (Pág. 18)” plantea que en los sistemas, los stocks son un concepto central que debido a que “son los elementos del sistema que se pueden ver, sentir, contar  o medir en cualquier momento, siendo un depósito, una cantidad, una acumulación de material o información que se ha construido a lo largo del tiempo… Los stocks no tienen  que ser físicos y cambian a lo largo del tiempo debido a la acción de los flujos del sistema de material o información que entran o salen del sistema, siendo por ello la memoria de la historia de los cambios en los flujos del sistema”.  

[12] La sistémica, en su desarrollo teórico conceptual, emplea como referentes: (1) La complejidad: Hace referencia a la cualidad de aquello que está compuesto por muchos elementos interrelacionados, siendo el profesor Edgar Morin, uno de sus mayores exponentes. La complejidad descansa en cuatro principios: A. Hologramático: Hace referencia al hecho de que el todo está en la parte y la parte está en el todo, B. Dialógico: Hace referencia a la interacción y relación entre polos opuestos y funciona cuando emergen contradicciones conectadas e disolubles, C. Recursivo: Hace referencia al hecho de que los productos y los resultados son al mismo tiempo, causa y efecto recíprocamente y, D. Conector: Todo está conectado y todo es susceptible de ser conectado, aquí el análisis se desplaza hacia aquello que conecta, es ver una danza de partes interactuantes, donde son secundarios los límites y la separación. (2) El constructivismo: Hace referencia a la forma en la que se construye el conocimiento y nuestras experiencias del mundo. No hay manera de demostrar la existencia del mundo externo, lo que percibimos se hace a través de lo que nuestros sentidos y nuestra mente nos dicen de él, existiendo muchos elementos que influyen en nuestra visión de la construcción del mundo. (3) La cibernética: Estudia los flujos de información que rodean un sistema y la forma en que esta información es usada por el sistema para controlarse a sí mismo. Se elimina la causalidad lineal y se analizan bucles causales y mecanismos de retroacción que permiten la retroalimentación del sistema.

[13] Las variables aquí propuestas son tan solo un punto de referencia de lo que sugiere revisar en un análisis sistémico para el ámbito internacional o una guerra, ya que es criterio del analista, en función del objeto de estudio, determinar que variables o subvariables se deben revisar. Su identificación se propone a partir de los referentes que se recomienda tener en cuenta al momento de realizar análisis geopolíticos y de las aproximaciones multicausales que se emplean en análisis de política exterior, ejercicios que tiene un innegable componente sistémico. En ese sentido, cabe recordar que metodologías, como las desarrolladas por los profesores Eugene Wittkopf, Christopher Jones y Charles Kegley a partir del marco de análisis propuesto por James Rosenau (1966-1980), con el propósito de estudiar la política exterior estadounidense, proponen que todos los factores que explican la política exterior pueden ser agrupados en cinco categorías fuente así: 1) fuentes externas, 2) fuentes societales, 3) fuentes gubernamentales, 4) fuentes de Rol y 5) fuentes individuales. Estas cinco fuentes confluyen en el proceso de elaboración de la política exterior del que surgen las líneas, acciones o salidas (outputs) de la política exterior que a su vez retroalimentan el proceso al generar entradas (inputs). Cada una de las fuentes propuestas está compuesta por un gran número de variables que a través de su constante interacción le dan cuerpo a la política exterior. Esta aproximación metodológica, conocida como “Embudo de Causalidad”, propone que cada una de las fuentes mencionadas es un agente causal que ayuda a explicar por qué un Estado, actúa como lo hace en la política mundial sin que ninguna fuente por sí misma sea determinante de todo el proceso. La ventaja de esta aproximación radica en que permite reflejar la complejidad, la multicausalidad y el dinamismo del proceso de política exterior a través de la identificación de fuentes, variables y las relaciones causales entre ellas, así como de los procesos que les dan cuerpo, una clara aproximación sistémica a un tema.

[14] Frente a esta variable se pueden tener en cuenta: Crisis, alianzas, actores internacionales, intereses geopolíticos, lineamientos de política exterior, atributos del sistema internacional o temas prioritarios de la agenda internacional.

[15] Frente a esta variable se pueden tener en cuenta: Cultura, historia, religión, demografía, estructura social, opinión pública, grupos de presión, medios de comunicación o coyuntura interna.

[16] Frente a esta variable se pueden tener en cuenta: Partidos, polarización, corrupción, crisis internas, violencia política, estructura estatal, legitimidad gubernamental, movimientos sociales, luchas por el poder, administración de la justicia, rol de las fuerzas armadas o los servicios de inteligencia.

[17] Frente a esta variable se pueden tener en cuenta: Deuda, inflación, desempleo, pobreza, tecnología, corrupción, exportaciones, importaciones, sectores productivos, tendencias de crecimiento o relación Estado – economía.

[18] Frente a esta variable se pueden tener en cuenta: Carácter, valores, talentos, experiencias, capacidades cognitivas, estilo de gestión o tipos de liderazgo.  

[19] En junio del año 2018, el estudio de los profesores noruegos Bernt Bratsberg y Ole Rogeberg, editado por Richard E. Nisbett y Ann Arbor de la Universidad de Michigan (https://doi.org/10.1073/pnas.1718793115) mostró mediante un estudio efectuado entre 730.000 jóvenes entre 18 y 19 años, para los años 1970-2009, que el coeficiente intelectual había disminuido en casi 7 puntos en la población, una reducción que no es exclusiva de los noruegos ya que también se ha presentado en otros países como Reino Unido, Holanda, Francia y Alemania. Tal y como lo menciona Raquel Marín, neurocientífica y catedrática de fisiología, en un artículo sobre el estudio, esto se pone de manifiesto en el hecho de que es evidente que la capacidad de concentración en una tarea ha disminuido, hasta el punto de que se calcula que una persona cambia de tarea  (Ej. Mirar el teléfono móvil) cada 10 o 15 minutos. También ha disminuido el tiempo de lectura, la dedicación a tareas de lógica, la asociación de ideas, el desarrollo de las capacidades de comunicación, la resolución de tareas complejas y un largo etcétera de actividades mentales que tenían gran importancia en los sistemas educativos de las generaciones anteriores. En junio de 2020, un grupo de fisiólogos publicó en la revista “Addictive Behaviors” (Structural and functional correlates of smartphone addiction – https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0306460319313802) que habían detectado cambios en el volumen y la actividad del cerebro en personas diagnosticadas con adicción al teléfono inteligente, en ese sentido, los individuos adictos presentaban un volumen de sustancia gris más bajo en la ínsula anterior izquierda del cerebro y en dos secciones de la corteza temporal, al tiempo que registraron una menor actividad intrínseca cerebral en la parte del cerebro que transmite las señales neuronales entre los dos hemisferios. En ese sentido, es pertinente recordar que el hemisferio izquierdo, es el responsable del lenguaje verbal, de la habilidad lingüística, de la capacidad de análisis y de la resolución de problemas matemáticos, así como de la memoria, el pensamiento lógico y racional. La pandemia del Covid19, que deterioró nuestras capacidades intelectuales, atizó esta situación y aunque se continúan realizando estudios para explicar mejor esta problemática, debido a que se trata de un problema en el confluyen múltiples factores (Ej. Tecnología, ambientes, etc), para febrero de 2021, Nicholas Carr (Escritor estadounidense que aborda temas de sobre tecnología y cultura), en entrevista con Lucia Blasco de la BBC, manifestó que la tecnología (Ej. Celulares) hace que nuestra capacidad para resolver problemas, concentrarnos e incluso tener conversaciones profundas disminuya, internet brinda información de una manera que debilita nuestra capacidad para prestar atención.

[20] El análisis, bajo un enfoque sistémico, realizado por el General McChrystal y su equipo de trabajo (Afghanistan Stability COIN –  https://www.slideshare.net/guestb953ad/afghanistan-dynamic-planning), llegó a la conclusión de que para lograr los objetivos trazados por los estadounidenses en Afganistán, se debía incrementar el número de tropas y que sería necesario asegurar la presencia de los Estados Unidos por un mayor tiempo. Sin embargo, esta conclusión iba en contravía de lo planteado por el presidente Obama y su Gabinete desde la campaña que lo llevó a la presidencia, en el sentido de que se debía reducir el número de tropas en el país y había que definir una fecha, pronta, para el total retiro de las mismas. Esta situación y la percepción del General McChrystal de la situación fue recogida en una entrevista realizada en junio de 2010 por la revista Rolling Stones: https://www.rollingstone.com/politics/politics-news/the-runaway-general-the-profile-that-brought-down-mcchrystal-192609/.

[21] Tal y como lo señalan la profesora Anne Deighton en el libro “Historia Oxford del Siglo XX”, editado por Michael Howard y Roger Louis, Capítulo 16 – La reconstrucción de Europa, (Pág. 308), la OTAN, fue creada en 1949 para enfrentar la amenaza que encarnaba la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia (1955), simbolizaba el compromiso de Estados Unidos con la seguridad militar y política de Europa Occidental, ampliando la seguridad norteamericana para abarcar también la de los europeos occidentales. Representaba también un compromiso político con los europeos occidentales, que incluía transferencias financieras masivas y una diplomacia y planificación transatlántica permanente. A partir de esta reflexión es posible plantear que la OTAN buscaba mantener a raya a la Unión Soviética, controlados a los alemanes y a los norteamericanos al frente de la seguridad de Europa con el fin de salvaguardar la estabilidad, así como sus intereses. Desparecida la URSS, Rusia debilitada, convertida Alemania en un socio democrático confiable de Europa y estando los intereses de EEUU garantizados, los rusos empezaron a preguntarse ¿Cuál es el objetivo de la OTAN? ¿A qué enemigo responde?

[22] Tratado de las Fuerzas Armada Convencionales en Europa (FACE), que estableció entre 1989 y 1992 los límites precisos del tipo de equipamiento militar convencional que se podía desplegar en Europa, ordenando asimismo la destrucción del armamento excedente. Un texto adaptado, que reconocía la nueva situación geopolítica de Europa, fue  firmado en 1999 y para 2007 solo 4 Estados lo habían ratificado, incluida la Federación de Rusia. La OTAN no lo firmó argumentando la presencia de tropas rusas en Moldavia y Georgia. Rusia suspendió el cumplimiento de sus obligaciones dentro del Tratado en julio de 2007, argumentando las extraordinarias circunstancias de seguridad, relacionadas con el establecimiento por parte de EEUU de un sistema de defensa antimisiles en Europa.  

[23] La guerra estalló producto de la decisión del Presidente georgiano Mijeíl Saakashvili de ordenar a sus fuerzas militares, que venían siendo apoyadas, equipadas y entrenadas por los EEUU, recuperar el enclave independiente de Osetia del Sur. Debido a que tras los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil georgiana (1988-1993), había en el territorio fuerzas de paz de Rusia, estas unidades entraron en combate con las fuerzas georgianas, siendo las fuerzas rusas reforzadas por nuevas unidades de su ejército, extendiéndose los combates a Abjasia.

[24] Es el nombre con el que se conoció a una serie de protestas y acontecimientos políticos que tuvieron lugar en Ucrania entre noviembre de 2004 y enero de 2005, como resultado de las elecciones presidenciales que enfrentaron a Víktor Yúshchenko (Cercano a Occidente) y Víktor Yanukóvich (Cercano a Rusia) en las que se protestó por acusaciones de corrupción, intimidación de votantes y fraude electoral, siendo al final la victoria para Yúshchenko. Para Rusia, lo ocurrido en Ucrania, es un ejemplo de las “Revoluciones de colores”, que son una serie de acciones suaves (Soft Power) que son utilizadas dentro de las estrategias de intervención estadounidense con el fin generar cambios de gobierno o para derrocar gobernantes que no comparten la visión estadounidense sobre la organización económica, política y militar de un país, o que se perciben como una potencial amenaza a los intereses estadounidenses.

[25] Tal y como lo menciona Erick Levitz en su artículo para Foreign Interest de marzo 3 de 2022 – ¿Es américa culpable por la guerra de Rusia en Ucrania?, George Kennan, llamó a la expansión de la OTAN “Una torpeza estratégica de proporciones épicas”. Thomas Friedman, prominente columnista de la política exterior norteamericana, la llamo “el proyecto más mal concebido de la post Guerra Fría” y en 2014, Henry Kissinger, manifestó que “Occidente debe entender que para Rusia, Ucrania nunca será solamente un país extranjero, si Ucrania sobrevive y prospera, no debe ser un puesto de avanzada contra el otro [Rusia], debe funcionar como un puente entre ellos.., En cambio de unirse a la OTAN, Ucrania debe adoptar una postura comparable similar a la de Finlandia en la cual copera con Occidente en muchos campos, al tiempo que evita una hostilidad institucional contra Rusia”, asimismo, Kissinger también manifestó en febrero de 2014 que “Los ucranianos son el elemento decisivo, ellos pertenecen a una tierra con una historia compleja y una composición multilingüe, el oeste es en gran parte católico, el este en gran parte ortodoxo ruso, el oeste habla ucraniano, el este habla sobre todo ruso, cualquier intento de un ala de Ucrania de dominar a la otra conducirá eventualmente a una guerra civil o a una disgregación”. Finalmente, Zbigniew Brzezinski, Asesor de Seguridad Nacional de Carter, sugirió el modelo de Finlandia e insistió en que Ucrania “no puede participar en ninguna alianza militar que sea vista como una amenaza directa para Moscú”.  

[26] De acuerdo con Steven Metz en su artículo “Asimetría estratégicas” (2002), una definición de asimetría estratégica sería: En asuntos militares y de seguridad nacional, asimetría significa actuar, organizar y pensar en forma diferente al adversario para maximizar los esfuerzos relativos, tomar ventaja de sus debilidades y adquirir mayor libertad de acción. Puede ser político-estratégica, militar-estratégica, operacional o una combinación que implica diferentes métodos, tecnologías, valores, organizaciones o perspectivas de tiempo. Puede ser de corto o largo plazo. Puede ser también discreta o complementada en conjunto o con aproximaciones simétricas y tener una dimensión tanto sicológica como física. Las asimetrías y su complejidad se deben a que se pueden dar en diferentes niveles (político-estratégico, militar-estratégico y operacional), dimensiones (positivas, negativas, corto plazo, largo plazo, accidentales, planificadas, bajo riesgo, alto riesgo, directa o indirecta) y formas (tecnológica, fuerza de voluntad, moral, organizacional o de perspectiva de tiempo).

[27] Las guerras de IV Generación, son un concepto desarrollado por William S. Lind, el Coronel Keith Nightengale, el Capitán John F. Schmitt, el Coronel Joseph W. Sutton y el Teniente Coronel G. I. Wilson, en su libro “El cambiante rostro de la guerra: Hacia la cuarta generación”, de 1989. Lind inicialmente planteó sus ideas en el “Maneuver Warfare Handbook de 1985 y expuso su pensamiento en diversos artículos, conferencias y columnas de opinión, proponiendo  para 1989 la necesidad de pensar el futuro de la guerra. En ese año estructuró la guerra moderna en cuatro generaciones, empezando con la Paz de Westfalia (1648) que consagró el Estado como actor fundamental de sistema internacional. Para el autor, la primera generación está marcada por las armas de fuego, la creación de ejércitos estatales profesionales, formaciones que marchaban en línea con mayor poder de fuego, siendo ejemplo de ello las  Guerras Napoleónicas (1803-1815). La segunda generación está marcada por la II Revolución Industrial (1850-1914), cuando surgieron nuevas tecnologías que permitieron la tecnificación del armamento y la movilización de ejércitos más grandes, más complejos con mayor potencia de fuego y que exigían mayores procesos de coordinación, siendo ejemplo de ello la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La tercera generación, buscó superar el estancamiento de la Primera Guerra Mundial, a través de la superioridad tecnológica que daban la radio, los vehículos de motor, la velocidad, la descentralización en el mando, la coordinación y la maniobra, siendo ejemplo de ello la Blitzkrieg y la Segunda guerra Mundial. Finalmente, la cuarta generación, está caracterizada por el uso de tácticas no convencionales para enfrentar al enemigo, buscando impactar la mente y la moral de la población o el gobierno del enemigo, así como por el uso de las nuevas tecnologías.

[28] Freedman, en su libro “La guerra futura”, cita que el General Krulak hacía referencia a que en un momento dado, los contingentes de apoyo de EEUU estarán suministrando comida y ropa a los refugiados desplazados, proveyendo asistencia humanitaria. Poco después se verán en la tesitura de separar a dos tribus belicosas y tendrán que efectuar por tanto operaciones de carácter pacificador y por último, se verán obligados a combatir en una batalla de intensidad media pero de resultados sumamente letales y todo ello en un mismo día y en un espacio no mayor al que ocupan tres manzanas de casas.

[29] El General Gerasimov, citado por Freedman (2018. Pág. 346), señaló que en los conflictos de Oriente Próximo se había venido produciendo progresivamente una erosión de las distinciones, tanto en el caso de las que diferencian la guerra de la paz como en las que deslindan al personal uniformado de los agentes encubiertos… las guerra no se declaraban sino que estallaban sin más, de modo que un país completamente acomodado desde el punto de vista económico y provisto de estabilidad en el plano político, podría quedar transformado en el escenario del más intenso de los conflictos armados en cuestión de meses… en estas circunstancias, los recursos militares resultaban más efectivos si se los combinaba con otros medios de carácter no militar, como por ejemplo las acciones políticas y económicas, las vinculadas con la información, las de naturaleza humanitaria… operaciones militares encubiertas, nuevas tecnologías de la información. 

[30] Rusia ha tenido en cuenta lo que se ha mencionado desde marzo de 2011, en el sentido de que cuando se iniciaron las protestas en Siria, el Presidente Obama no tenía la idea de remover a Assad, sin embargo, el Embajador de Estados Unidos en Damasco, Robert S. Ford, “presenció de primeras mano algunas de las atrocidades que estaban tomando lugar en contra de los ciudadanos sirios y que estaban siendo acosados por el régimen, al tiempo que la administración también tenía el objetivo estratégico de deshacerse de Assad con el fin de negar a Irán uno de sus pocos aliados o amigos en el mundo árabe y un zona desde la que influencia los eventos en el levante” (Aftandilian. 2012). El embajador Ford ha sido mencionado como el cerebro y principal promotor de la idea de propiciar un cambio de régimen en Siria, sin embargo, todo parece indicar que ni él, ni las burocracias de la política exterior, ni el Presidente Obama tenían una idea clara de cómo propiciar dicho cambio o quien podría remplazar a Assad, ya que era evidente, tras los fracasos en Afganistán, Irak y Libia, que los norteamericanos no cuentan con una estrategia viable, ni en tiempo, capacidades o recursos, para estabilizar un país una vez deciden propiciar un cambio de régimen. En ese sentido, es necesario mencionar que aunque al parecer el presidente Obama inicialmente no se identificaba con la idea de remover Assad, funcionarios del Departamento de Estado, que estaba bajo la Dirección de Hillary Clinton y con Joe Biden como Vicepresidente,  si tenía la idea de desestabilizar Siria y remover Assad desde antes de que la Primavera Árabe llegara a Damasco, a comienzos de 2011. Esta situación se evidenció en uno de los cables del encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Damasco, William Roebuk, publicados por Wikileaks, en donde el funcionario informó que «Creemos que la flaqueza de Bashar radica en su comportamiento ante las situaciones peligrosas. Situaciones de conflicto, ya sean supuestas o reales, como los conflictos entre las reformas económicas, las autoridades corruptas, la cuestión de los kurdos y la amenaza potencial para el régimen por el aumento de la presencia de extremistas islamistas. Este es el resumen de nuestras estimaciones sobre sus puntos débiles y sugerimos fomentar, a través de la correspondiente acción, la probabilidad de que se produzcan tales sucesos… En ese mismo cable, Roebuk apela por avivar las tensiones entre sunitas y chiítas”. (Von Hein.  2017). El cable es muy diciente ya que pone de manifiesto la voluntad de algunas de las burocracias de la política exterior, en este caso el Departamento de Estado y sus funcionarios en Damasco, de remover Assad, lo que evidencia las tensiones entre las visiones que maneja la presidencia y sus burocracias profesionales, siendo claro que el Presidente Obama finalmente terminó avalando este curso de acción.

[31] De acuerdo con la información suministrada por medios internacionales como DW o Pravda (Libyan war damages Rusia´s economic interest del 24 de marzo de 2011), el cambio de gobierno en Libia afectó negocios rusos en las áreas de armamento, petróleo, gas e infraestructura. Las pérdidas en el área de infraestructura se estimaron en $2.2 billones de euros (Incluían 30 pasos de ferrocarril, 23 puentes, 4 grandes estaciones de ferrocarril y 24 pequeñas), en el ámbito del petróleo y de gas las pérdidas de gigante ruso Gasprom se estimaron en $240 millones de euros a los que podrían sumarse otros $113 o $163 millones de euros, producto del proyecto de extracción de gas “Elephant” que estaba firmado pero que no había empezado, al momento de la caída de Gadafi. De acuerdo con la información de Pravda, el gigante ruso del armamento, Rosoboronexport, enfrentó pérdidas por $4 billones con lo que el total de perdidas rusas se acercó a los $6 o $6.5 billones de euros. Los impactos negativos también afectaron a China, cuyos intereses estaban ligados en especial a la venta de armas a través de su gigante del armamento, Norinco y la industria petrolera, 75 compañías chinas que operaban en el país, 50 proyectos que estaban desarrollando y los cerca de 36.000 ciudadanos chinos que vivían en Libia (Durante la crisis el gobierno chino logró evacuar entre 12.000 a 15.000 de sus ciudadanos en el país) la situación fue similar. China abogó por impulsar medidas que permitieran proteger los más de $22.000 millones de euros que tenía invertidos en el país.

[32] Las inversiones rusas en Siria había alcanzaron para el año 2009, de acuerdo con la información del Moscú Times, más de 19.4 billones de dólares, en áreas como turismo, infraestructura, energía y compras militares. Asimismo, para Rusia, estabilizar el territorio Sirio era vital ya que por allí cruzarían varios proyectos de oleoductos y gasoductos provenientes del Cáucaso (Georgia – Azerbaiyán) y Ucrania, con destino a los mercados europeos y que son de la mayor importancia para la economía rusa. Finalmente, la propia Siria tiene un potencial exportador energético con campos de gas como los encontrados en Homs y frente al cual las empresas rusas han jugado y esperan seguir jugando, un rol central.

[33] Tal y como lo explican Jiri Valenta y Leni Friedman del Middle East Quarterly, el eje central de este objetivo gira en torno a las prioridades geopolíticas de la marina rusa en el Mar Negro que es controlado en términos militares por Rusia desde la base naval de Sebastopol y en términos económicos desde el puerto de Novorossiysk, siendo ese el marco de la creciente importancia de la base naval de Tartus y la base aérea de Hmeymim, en Siria. Con el colapso de la URSS, Rusia perdió o vio limitado su control sobre vitales puertos e infraestructura sobre el Mar Negro como Odessa, Sebastopol, Ochamchire, Bombura o Mariúpol (Puerto en el Mar de Azov). La base naval de Ochamchire y la base aérea de Bombura (En su momento la mayor del Cáucaso) localizadas en Abjasia – Georgia, fueron recuperadas tras la guerra que enfrentó a rusos y georgianos en Osetia del Sur, en agosto de 2008. Aquí los rusos buscaron no solo ampliar su control del litoral, sino prevenir que dichas zonas pudieran caer en manos de los Estados Unidos – OTAN, dada su creciente presencia política y militar en Georgia. En febrero 28 de 2014, Rusia se anexionó la península de Crimea, con el fin de asegurar su control del territorio donde se localiza la base naval de Sebastopol y que desde el punto de vista ruso, se veía amenazada por la decisión de Ucrania de acercarse a la Unión Europea y la creciente presencia militar de Estados Unidos y la OTAN en el territorio ucraniano. Para Rusia, este hecho acrecentó la amenaza que le genera el despliegue de tropas de la OTAN y su sistema antimisiles, en los países Bálticos, Polonia, Rumania o Bulgaria, lugares muy cercanos a las fronteras rusas donde se están dando comportamientos, desde hace más de una década y media, que son entendidos como amenazas o agresiones contra la seguridad de la Federación. El Mar Negro para Rusia siempre ha sido un desafío operacional ya que se trata de una masa de agua casi cerrada, a la que se accede y de la que se sale, por los estrechos turcos, una situación que desde el siglo XVIII ha enfrentado a Rusia con los otomanos, los turcos, los británicos, los franceses y los norteamericanos. Durante la Guerra Fría (1947-1991) y en la actualidad, Rusia tiene claro que para evitar que su flota, tanto militar como comercial, sea encerrada en el Mar Negro por las potencias occidentales, debe contar con una base en el Mediterráneo que le permita proyectar su poder naval a ambos lados de los estrechos turcos (Bósforo – Mar de Mármara – Dardanelos), una situación de la mayor importancia dado que Turquía no solo es miembro de la OTAN, sino que es el país con las mayores fuerzas militares de la alianza después de los norteamericanos. Esa base, desde la década de los 70´s del siglo pasado ha sido Tartus, un enclave naval ruso en el Mediterráneo Oriental que antes tenía un marcado carácter logístico, pero que ahora les puede permitir tanto proyectar su poder naval sobre el sector Mediterráneo de los estrechos, como equilibrar la presencia de la marina norteamericana y de sus aliados en la zona.

[34] El retiro fue anunciado por el Presidente George Bush, el Secretario de Estado – Colin Powell y el Secretario de Defensa – Donald Rumsfeld, en diciembre de 2001 y se hizo efectivo en junio de 2002. De esta forma se levantó la prohibición que había existido entre los EEUU y la URSS de desarrollar misiles (Conocidos como misiles antibalísticos) que pudieran interceptar y derribar otro tipo de misiles, como los misiles balísticos intercontinentales. La limitación a los misiles antibalísticos, que solo se podían desplegar de forma limitada para proteger las capitales de los dos Estados, fue un elemento fue crucial para mantener el equilibrio de terror y la destrucción mutua asegurada, dos conceptos que fueron medulares para mantener “fría” la guerra entre las superpotencias. Al momento del retiro y  en el contexto de temor tras los ataques del 11 de septiembre, el Presidente Bush anunció, el 12 de diciembre de 2001, su decisión de retirarse del Tratado, al manifestar que “he llegado a la conclusión de que el tratado ABM impide a nuestro Gobierno desarrollar métodos para proteger a nuestros ciudadanos ante futuros ataques con misiles de terroristas o de Estados enemigos… Defender el pueblo estadounidense es mi prioridad como comandante en jefe, no puedo permitir que EEUU permanezca en un tratado que nos impide desarrollar defensas efectivas… La Guerra Fría terminó hace tiempo, hoy dejamos atrás uno de sus últimos vestigios”.   

[35] El Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), fue firmado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en 1988 y que buscó eliminar los misiles nucleares o convencionales, cuyo alcance estuviera entre los 500km y los 5.500km, que se pudieran desplegar en bases militares de Europa Occidental o en países ubicado en la antigua orbita de influencia soviética. Estados Unidos anunció en octubre de 2018 que se retiraría del tratado debido a que Rusia lo había incumplido, hecho que se concretó en febrero de 2019.

[36] El Tratado de Cielos Abiertos fue firmado en marzo de 1992 y entró en vigor en 2002, con la ratificación de 20 países. Su objetivo era el de establecer un programa de vuelos de reconocimiento aéreo, con aviones sin armamento, con el fin de sobre volar el territorio de los países participantes con el fin de mejorar la confianza entre los miembros. Los vuelos permitían obtener información sobre efectivos, operaciones militares o movimientos de tropas, con lo que se buscaba fomentar la confianza entre las partes, desacelerar la carrera armamentista e incentivar la transparencia. EEUU se retiró en mayo de 2020, tras acusar a Rusia de no cumplirlo.

[37] La Secretaria de Estado C Hilary Clinton, durante una reunión de la OTAN en 2011, manifestó que “nosotros soportamos los derechos y aspiraciones del pueblo ruso que dese progresar y alcanzar un mejor futuro para si mismos y nosotros esperamos que eso ocurra en los años venideros”, reafirmando el vocero de la Casa Blanca Mark Tomer que “el único objetivo de Washington es fortalecer la democracia, los programas de Estados unidos están diseñados para apoyar procesos electorales más libres, justos y transparentes, ellos no buscan favorecer ningún grupo político o una agenda política por encima de otra”. https://learngerman.dw.com/en/russia-us-clash-over-russian-election-protests/a-15589210.   

[38] Crimea es una zona vital para Rusia debido a la presencia de la Base Naval de Sebastopol que permite el control ruso del Mar Negro y era asimismo un lugar con una mayoría de población rusa en su territorio.

[39] En su discurso del 24 de febrero de 2022 el Presidente Vladimir Putin mencionó, rememorando los hechos previos a la ofensiva alemana contra la Unión Soviética, el 22 de junio de 1941, que fue un error apaciguar al agresor, siendo ese un error que no se puede volver a cometer y haciendo alusión a que aquellos que aspiran a la dominación global, públicamente han designado a Rusia como su enemigo. Por ello, los rusos, bajo un enfoque de defensa activa, actúa antes de que la amenaza se concrete, Rusia ataca en este momento porque considera que está en una situación más favorable de la que estará en un futuro cercano, donde tendría que enfrentar una presencia más sólida de los EEUU y sus Fuerzas militares en Ucrania. 

[40] Tal y como lo plantea el profesor Gilford John Ikenberry, en su libro “Después de la victoria: Instituciones, restricción estratégica y reconstrucción del orden después de las grandes guerras (2001)”, el sistema internacional liberal no es una cosa a la que los Estados se unan o resistan, es una agregación de varias reglas de orden e instituciones, hay reglas profundas y normas de soberanía… Hay una matriz en expansión de instituciones internacionales, regímenes, tratados, acuerdos, protocolos y así sucesivamente. Estos acuerdos de gobierno atraviesan distintos ámbitos, incluyendo la seguridad y el control de armamentos, la economía mundial, el medio ambiente, el patrimonio común mundial, los derechos humanos y las relaciones políticas. Algunos de estos dominios de gobernanza pueden tener reglas e instituciones que reflejan estrechamente los intereses del Estado hegemónico, pero la mayor parte reflejan resultados negociados, basados en un conjunto mucho más amplio de intereses.

[41] Tal y como lo menciona John Mearsheimer en su artículo de 2014 (Septiembre – Octubre) para Foreign Affairs “Why the ukraine crisis is the west fault: The liberal delusion that provoked Putin”, la mayoría de los liberales favorecían la ampliación de la OTAN, incluidos muchos miembros clave de la administración Clinton. Ellos creían que el final de la Guerra Fría fundamentalmente había transformado la política internacional y que un nuevo orden post nacional había remplazado la lógica realista que había gobernado Europa. Los Estados Unidos no solo eran la “Nación indispensable”, tal y como lo había mencionado la Secretaria de Estado Madeleine Albright, sino que también era el hegemón y por ello improbable que fuera visto como una amenaza por Moscú. El objetivo, en esencia, fue que la totalidad del continente europeo fuera como Europa Occidental. Por ello, los EEUU y sus aliados se abocaron a promover la democracia en los países de Europa Oriental, a incrementar la interdependencia económica entre ellos y a vincularlos a sus instituciones internacionales. 

[42] Durante la Presidencia de Barack Obama, norteamericanos y rusos lograron trabajar en aspectos tales como como el programa nuclear iraní, un nuevo acuerdo para el control de armas nucleares estratégicas (New START), el apoyo de los rusos para que se atacara Benghazi-Libia y la autorización de Rusia para crear un corredor aéreo que permitiera al abastecimiento de las tropas estadounidenses en Afganistán, entre otros temas.

[43] El documento se puede consultar en: https://www.dni.gov/files/documents/ICA_2017_01.pdf

[44] La animadversión personal entre los dos líderes ya era identificable desde cuando Biden ocupaba la Vicepresidencia de los EEUU. El Vicepresidente estadounidense mencionó que tras reunirse con Vladimir Putin en el Kremlin, en 2011 que el líder ruso “Vladimir Putin no tiene alma”, según un artículo publicado el 21 de julio de 2014, en el sitio en internet de la revista the New Yorker. Según narró a la revista, en 2011, estuvo a centímetros del líder ruso y le dijo “señor primer ministro, le estoy mirando a los ojos, y creo que usted no tiene alma’”, Putin “me miró y sonrió y dijo, nos entendemos”. Biden, quien tuvo un rol central en la política exterior del Gobierno de Obama, debido a la inexperiencia el Presidente norteamericano en esta área, también mencionó en junio de 2014 que: “Uno, nadie es nuestro igual, nadie es cercano. Salvo ser lo suficientemente loco como para apretar un botón, no hay nada que Putin pueda hacer militarmente para alterar radicalmente los intereses estadounidenses”.

[45] Las guerras Púnicas fueron una titánica confrontación que enfrentó a la Republica de Roma (509.AC-27.AC) con el Imperio Cartaginés (814.AC-146.AC) en tres guerras (264-241.AC / 218-201.AC. /149-146.AC), por el control del Mediterráneo Occidental. En la primera de ellas romanos y cartagineses se enfrentaron por mantener (Caso de Cartago) o ampliar (Caso de Roma) sus zonas de influencia en Córcega, Cerdeña y Sicilia, terminando con una victoria romana. La segunda, la más brutal y conocida de las tres enfrentó a las dos potencias por la ampliación de sus zonas de influencia en la Península Ibérica, lo que llevó a Cartago, bajo el mando de Aníbal Barca, a avanzar sobre la península itálica y amenazar la propia Roma, terminado la guerra con la caída de Cartago a manos del General romano Publio Cornelio Escipión Africano. La tercera, se generó debido al creciente temor que había en Roma por el resurgimiento del poder económico y militar cartaginés, lo que llevó al sitio de Cartago y a su completa destrucción. En el año 46.AC Julio César, quien visitó el lugar durante la II Guerra Civil decidió reconstruir allí una ciudad y Octavio (Augusto) fundó la Colonia Julia Cartago, en el año 29.AC. Bajo el liderazgo romano la ciudad de Cartago creció y prosperó hasta convertirse en la capital de la provincia romana de África, ocupando territorios de Túnez y Libia, convirtiéndose en una de las provincias productoras de cereales más importantes del Imperio, llegando en su periodo de esplendor a ser la segunda ciudad en importancia del Imperio, con una población de cerca de medio millón de personas.

[46] La derrota sufrida por los norteamericanos y la OTAN en Afganistán tras 20 años de intervención es desconcertante y lamentablemente el posicionamiento de la guerra en Ucrania evitó cualquier tipo de análisis, reflexión, investigación o evaluación sobre lo que falló. Sin embargo, en el marco de la caótica retirada de los norteamericanos y sus aliados fue posible identificar una profunda crisis en el pensamiento estratégico norteamericano, que se vio en la incapacidad para construir en dos décadas una estrategia viable para el país, lo que puede ser reflejo de fallas en los ámbitos del liderazgo, la organización y la visión de futuro de la evolución del escenario afgano y de lo que se quería de él. La derrota norteamericana se dio en todas las variables del escenario, pues en el componente militar la vitoria de los Talibanes fue absoluta, se evidenciaron fallas de inteligencia, una excesiva confianza en la tecnología, lecturas erradas del escenario aproximadamente desde 2009, se subestimó o malinterpreto la resiliencia del Talibán y se sobrestimó a las fuerzas afganas que no tenían la fuerza para sostener las capacidades creadas por los EEUU. En el componente cultural no se avanzó en la trasformación de ciertos patrones culturales necesarios para reorientar el país hacia una visión más moderada del islam, la democracia, los derechos civiles, la libertad de prensa, un gobierno representativo o un poder legislativo funcional, ya que siguió primando la radical visión del Islam promovido por los Talibanes que cuenta con unas profundas raíces sociales. En el componente económico y sociopolítico no se logró construir unas bases para un gobierno federal y una visión nacional del país, al tiempo que, y esto es lo más preocupante, en los 20 años de la presencia de EEUU y la OTAN aumentó de la pobreza que pasó de un 35% en 2001 a un 53% en 2022, mientras que las hectáreas de cultivos ilícitos pasaron 70 mil hectáreas en 2001 a cerca de 230 mil en 2022, al tiempo que no se logró enfrentar una corrupción endémica y no se desarrolló la infraestructura o las actividades económicas. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58255790. Para profundizar sobre el pensamiento estratégico, se puede consultar información adicional en el siguiente link: https://www.emerssonforigua.com/pensamiento-estrategico-e-historia-reflexiones-conceptuales-y-aproximaciones-a-como-fortalecerlo/.

[47] Niall Ferguson, MA, D.Phil, es británico, miembro principal de la familia Milbank en la Institución Hoover, Universidad de Stanford, y miembro principal de la facultad del Centro Belfer para la Ciencia y Asuntos Internacionales en Harvard, donde se desempeñó durante doce años como Laurence A. Tisch Catedrático de Historia. Es autor de dieciséis libros, biógrafo consumado  y ha recibido siete premios internacionales por sus libros y trabajo periodístico. Además de escribir una columna regular para Bloomberg Opinion, es el fundador y director gerente de Greenmantle LLC, una firma de asesoría, es miembro cofundador de la junta directiva de Ualá, un banco latinoamericano y también es miembro de la junta de Affiliated Managers Group. Está casado con la autora y activista por los derechos de las mujeres Ayaan Hirsi Ali. La conferencia en mención se puede consultar en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=yLiPPtxKRAA&list=PLNyy249rUT4_Iuu3FXGrnixOJyyp7G40I&index=4&t=63s

[48] El cambio sistémico es muy difícil de lograr, siguiendo trabajos como los de Donella Meadows en su libro “Pensar Sistémico” o David Peter Stroh en su libro “Pensamiento sistémico para el cambio social”, para generar cambios en un sistema se puede tratar de influir sobre diversos aspectos del sistema, tales como: 1) Generar cambios o impactos en los «Circuitos de retroalimentación para balance», 2) Generar cambios o impactos en los «Circuitos de retroalimentación para refuerzo», 3) Generar cambios o impactos en los «Flujos de información», en el acceso a los mismos, 4) Generar cambios o impactos en las dinámicas de autorganización del sistema, 5) Generar cambios en los objetivos del sistema, para con ello transformar sus funciones o propósitos, 6) Cambiar los paradigmas, las creencias sociales y convicciones de las sociedades, ya que los paradigmas son la fuente de muchos sistemas. Es fundamental tener en cuenta que Cambiar los elementos tiene poco impacto en los sistemas, debido a que las interconexiones y propósitos – funciones, permanecen intactos, si las interconexiones cambian, se puede dar un cambio dramático en el sistema. Cambios en las funciones o propósitos también producen cambios drásticos en el sistema.

[49] Ya en el año 2019-2020, la Universidad de Princeton, a través de la Princeton Science and Global Security (SGS) desarrolló una simulación de una posible guerra nuclear entre Estados Unidos/OTAN y Rusia, denominada “Plan A”. Esta simulación, presentada en formato de vídeo, estima más de 90 millones de bajas en las primeras horas de la guerra. Debido a la naturaleza de las armas nucleares, las muertes por los efectos continuos de la lluvia radiactiva provocarían muchas más muertes. La simulación se basa en datos de NUKEMAP y tiene como objetivo demostrar cuán letal y catastrófica podría ser una guerra nuclear entre EEUU y Rusia. Se puede ver la simulación del SGS en: https://sgs.princeton.edu/the-lab/plan-a. 

[50] Es importante no olvidar que debido a la densa interconexión que existe entre los diversos actores y elementos del sistema internacional en la actualidad, la guerra en Ucrania, está afectando no solo a los ucranianos y la Unión Europea, sino que también está generando importantes impactos en otros ámbitos del sistema internacional como el económico, el energético o el alimenticio, lo que está afectando a países ajenos al conflicto en África o América Latina. Asimismo, la creciente cercanía de Rusia y China, que enfrenta sus propios problemas con EEUU y sus aliados por Taiwan, el Mar de China o la preeminencia en el sistema internacional, dan a la guerra en Ucrania un potencial desestabilizador adicional.

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Guerra en Siria 2011 - 2017

Autor:

Guerra en Siria 2011-2017: Aproximación los objetivos e intereses de Siria, Estados Unidos, Rusia y sus aliados. Publicado por Amazon KDP. Septiembre de 2018. Middletown DE – USA.

Descripción:

Desde marzo de 2011 la República Árabe de Siria se ha visto consumida por una brutal guerra que hunde sus raíces en la convergencia de varias confrontaciones interconectadas, que han sido alimentadas por actores nacionales, regionales y mundiales, quienes a partir de una particular identificación de objetivos, intereses, riesgos y oportunidades, tanto potenciales como reales, han decidido luchar con particular ferocidad. El conflicto continuó adquiriendo nuevas connotaciones marcadas por la profundización de una guerra muy degradada y por el incremento de las tensiones entre norteamericanos y rusos. ¿Qué factores internos y externos llevaron a la confrontación? ¿Cuáles son los intereses u objetivos de los actores involucrados en la guerra? y ¿Qué lecciones deja este conflicto? son algunas de las preguntas que se pretende responder con este breve texto, que busca contribuir a la comprensión de esta guerra.

Primera guerra mundial

A cien años del inicio de la Gran Guerra sigue causando consternación la manera en la que se concatenaron los hechos y se dio forma a las decisiones de los gobiernos europeos en respuesta al asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, en Sarajevo, a manos de un nacionalista Serbio. Las acciones puestas en marcha en ese momento llevaron a los pueblos de Europa a una titánica confrontación, incomparable en sus magnitudes y cuyas consecuencias marcaron el Siglo XX. En aquel verano de 1914 se desencadenó una compleja maquinaría de alianzas político – militares, que en los siguientes cuatro años consumió la fuerza vital de las naciones europeas. Las complejas visiones e intereses de las potencias europeas se vieron reflejados en el manejo de la política exterior, explicando en buena medida, las causas de la guerra. Sin embargo, la guerra también fue posible porque los gobiernos contaron durante parte de la misma con el apoyo decidido de la sociedad. En ese sentido, el presente libro busca presentar la forma en la que interactuaron los gobiernos entre sí y los gobiernos con sus sociedades antes de la guerra, dando cuerpo a sus causas.

Homo Furens o el hombre como guerrero

Autor:

Homo Furens o el hombre como guerrero. Publicado por Editorial Académica Española. Agosto de 2016. Dusseldorf – Alemania.

Descripción:

La guerra es tal vez la más compleja y perdurable de las actividades sociales que emprenden los seres humanos, siendo un referente cultural común para todas las civilizaciones. Los esfuerzos por comprenderla, librarla exitosamente o prevenirla, están dentro de los campos de estudio que requieren de mayor atención. Aunque la guerra colma las páginas de la historia e involucra un gran número de elementos que interactúan de forma constante haciéndola un sistema extraordinariamente complejo, sigue siendo una actividad en la que el individuo que la lleva acabo es central. Por ello en este texto se busca hacer una breve reflexión sobre la guerra desde ese nivel, el del individuo, el soldado, que es quien enfrentado a la dura realidad de la guerra se transforma en un Homo Furens, en un guerrero, una subespecie del Homo Sapiens, que surge por y para la guerra, definiendo su naturaleza, dándole fuerza y dinamismo, así como continuidad. Esta situación es resultado de varios elementos, siendo central los encantos o placeres que las personas, convertidas en guerreros, encuentran en la guerra.